domingo, 12 de abril de 2020

Desarrollo de un estilo de vida minimizador de emociones negativas: Promoción de estilos de vida saludables

            Las emociones negativas constituyen un riesgo para la salud pues influyen sobre ésta por medio de diferentes mecanismos. Quizás el más conocido es el Síndrome General de Adaptación (SGA) (Selye, 1936, 1956), también denominado estrés, que Labrador (1992) define de la siguiente manera:

            Se considera que una persona está en una situación estresante o bajo un estresor cuando debe hacer frente a situaciones que implican demandas conductuales que le resultan difíciles de realizar o satisfacer. Es decir, que el individuo se encuentre estresado depende tanto de las demandas del medio como de sus propios recursos para enfrentarse a él; o, si avanzamos un poco más, depende de las discrepancias entre las demandas del medio, externo e interno, y la manera en que el individuo percibe que puede dar respuestas a esas demandas.

            Esta definición está acorde con el enfoque interaccional del estrés (Lazarus y Folkman, 1986), que es el más aceptado de la actualidad, ya que lo concibe como un proceso transaccional entre el individuo y la situación. Según este enfoque, la naturaleza e intensidad de la relación del estrés es modulada, al menos por tres factores: en primer lugar, por el grado de amenaza en que el sujeto percibe la situación; segundo, por la valoración que el individuo hace de los recursos que cree tener para afrontar con éxito la demanda de la situación; y, tercero, por la disponibilidad y el grado de afrontamiento que el sujeto pone en marcha para restablecer el equilibrio en la transacción persona-ambiente.

            La cronicidad de este síndrome (SGA) genera un aumento de vulnerabilidad del individuo a padecer algún tipo de enfermedad (por ej., incremento de glucocorticoides). Los efectos neuroendocrinos e inmunitarios del estrés no constituyen un agente patógeno específico, sino que representan un riesgo específico, que incrementa la vulnerabilidad de los sujetos ante las enfermedades (por ej., enfermedades cardiovasculares) en general (Valdés y Flores, 1985).

            No solo puede inducir efectos psicológicos y fisiológicos que alteran la salud, sino que también puede influir en ella de modo indirecto, por medio de la elicitación o mantenimiento de conductas no saludables. Esto es, no sólo son importantes para la salud del individuo los efectos a nivel orgánico que produce el estrés u otras emociones negativas. Una persona que viva bajo situaciones estresantes es más probable que incremente conductas de riesgo y reduzca todo tipo de comportamientos saludables. Por ej., en algunos estudios (Newcomb y Harlow, 1986) se descubrió que el incremento del estrés estaba asociado con un aumento del consumo de alcohol y otras drogas. También se ha comprobado que parte de sus efectos negativos proviene del hecho de que las personas sometidas a estrés, especialmente de tipo laboral, presentan hábitos de salud peores que las que no lo sufren (Wiebe y McCallum, 1986).

            Se ha sugerido que el apoyo social puede ser un importante factor modulador del estrés en el caso de aquellos individuos que viven en situaciones estresantes (por ej., divorcio), pues practican más ejercicio físico y consumen menos tabaco o alcohol cuando gozan de un nivel elevado de apoyo social, en contraste con aquellas que cuentan con poco o ningún apoyo de este tipo (Addler y Matthews, 1994).

            También se han señalado distintas variables psicológicas como moduladoras de la relación con el estrés y la enfermedad. Unas contribuirían a favorecer la salud (por ej., dureza, optimismo, autoestima) y otras la perjudicarían (conducta de tipo A, conducta de tipo C, alextimia...) (Sandín, 1995). Así, por ej., los individuos con un patrón de conducta tipo A reaccionan de modo diferente ante los estresores que aquellos con uno tipo B (Glass, 1977).

            No obstante, el concepto capital del enfoque interaccional del estrés es el de afrontamiento. Cuando se rompe el equilibrio en la transacción persona-situación, el sujeto pone en marcha una serie de conductas, manifiestas o encubiertas, con el objeto de establecerlo. Por tanto, los procesos de afrontamiento también desempeñan un papel mediador entre el impacto de una situación dada y la respuesta de estrés del sujeto. Precisamente, en esta línea se ha desarrollado todo un conjunto de técnicas para ayudar a manejar el estrés (Labrador, 1992). Dotar al individuo de esos recursos conductuales y cognitivos parece ser la vía más adecuada para minimizar los efectos perjudiciales de esta sintomatología sobre la salud. (Oblitas, 2010).


Dr. Juan Carlos Valle Noriega
Psicoterapia Psicoanalítica de la Infancia y Adolescencia
Terapia de Pareja

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