viernes, 24 de julio de 2015

Determinantes psicológicos en las conductas de la salud

            El repertorio de conductas saludables de una persona también está en función de factores emocionales y cognitivos (determinantes psicológicos). Los estados y necesidades emocionales pueden desempeñar un papel primordial en las prácticas de la salud. Niveles altos de distrés emocional no ayudan a que la gente se implique en la realización de hábitos que favorezcan su salud tales como no fumar, hacer ejercicio, desayunar, etc. (Levanthal et. al., 1985). Los estados emocionales negativos aparentemente interfieren con las conductas saludables, aunque el distrés emocional puede también conducir a buscar atención médica (Mechanic, 1978).


            Además de los factores emocionales, la práctica de conductas de salud obedece a los pensamientos y creencias de las personas. Entendemos por creencia la aceptación emocional de una afirmación, la cual no tiene por qué tener una base empírica o científica. Por tanto, lo que una persona crea o piense de una determinada amenaza para la salud no tiene porqué estar basada en la comprensión médica objetiva de ella (Levanthal, Nerenz y Steele, 1984). Por ejemplo, si una persona cree que el sida sólo afecta a los homosexuales y a los usuarios de drogas por vía intravenosa, es poco probable que utilice preservativos cuando tenga relaciones sexuales. Una clase de cogniciones, que parece ser particularmente importante para motivar a la gente a practicar conductas saludables, son aquellas que se relacionan con la vulnerabilidad percibida. La gente que se percibe a sí misma más vulnerable a una determinada enfermedad es más probable que adopta mediadas encaminadas a prevenirla. Sin embargo, en algunos estudios (por ej., Weinstein, 1982) se ha encontrado que la gente tiende a mostrar optimismo poco realista respecto de su futura salud. En relación con los demás, el individuo tiende a verse con menos posibilidades de experimentar problemas de salud. (Oblitas, 2010).


Hospital Médica Sur: Puente de Piedra No. 150. Torre I Consultorio 430 4to. Piso Col. Toriello Guerra, Tlalpan. C.P. 14050. México, D.F. Tel. 5524-3051. terapiainfantilyjuvenil.blogspot.mx


miércoles, 22 de julio de 2015

Determinantes demográficos y sociales, situacionales y percepción del síntoma en las conductas de la salud

            La mayoría de los expertos están de acuerdo en que la implicación con la salud (p. ej., Kirscht, 1983) es propiciada en gran parte por los factores sociales y demográficos como la edad, nivel educacional, clase social, género, etc.

            Las situaciones sociales, también conocidas como determinantes situacionales, influyen, de modo directo o indirecto, para que u individuo adopte una conducta saludable. No cabe duda de que la familia y el grupo de los iguales pueden jugar un papel relevante en los hábitos saludables que pueda adoptar una persona. Por ejemplo, el hecho de que fume uno de los padres ha sido señalado en numerosos estudios como factor de riesgo para que el adolescente se inicie en dicha conducta. Asimismo, la mayoría de los estudios ha demostrado una clara relación entre el inicio del consumo y relacionarse con compañeros fumadores (USDHHS, 1994).

            Las conductas de salud que realiza una persona también pueden obedecer a la percepción subjetiva de determinados síntomas, esto es, la susceptibilidad percibida. Entendemos por ello las percepciones individuales de la vulnerabilidad personal a enfermedades o accidentes específicos. La naturaleza (percepción de susceptibilidad) y la intensidad (severidad percibida) de estas percepciones puede influir de manera importante a la hora de adoptar o no una conducta concreta. No obstante, cuando un individuo piense en la posibilidad de un cambio, no valorará sólo la susceptibilidad y la severidad, sino también los beneficios y los costes de realizar una conducta de salud concreta (Becker y Maiman, 1975). Por ejemplo, una persona puede sentirse vulnerable cuando experimenta tos matutina, fatiga al subir unas escaleras, etc. Supongamos que quien los padece atribuye estos síntomas a su conducta de fumar. A partir de ello se puede pensar que dicha conducta está comprometiendo su salud y, además, que le acarreará consecuencias negativas, es decir, la percibe como un riesgo potencial serio (como un indicador) de sus problemas físicos. A la inversa, es poco probable que el sujeto adopte alguna medida cuando sopese que la probabilidad de dañar sus salud (por ejemplo, engordar) demasiado grande por dejarlo. Esta atribución puede ser útil para que la persona intente dejar de fumar. Ahora bien, aunque tales síntomas pueden ser muy útiles a la hora de motivar al sujeto para que adopte hábitos positivos de salud, su influencia sólo reviste carácter transitorio (Levanthal, Prochaska y Hirschman, 1985). (Oblitas, 2010).


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lunes, 20 de julio de 2015

Conductas de salud y sus determinantes

            Las conductas de salud son aquellas que lleva a cabo un individuo, cuando goza de buena salud, con el propósito de prevenir la enfermedad (Kasl y Cobb, 1996). Dichos comportamientos incluyen un amplio abanico de conductas, desde dejar de fumar, perder peso, hacer ejercicio, hasta comer adecuadamente. El concepto de conducta de salud contempla esfuerzos para reducir los patógenos conductuales y practicar conductas que actúan como inmunógenos conductuales.


            Las conductas de salud no ocurren al vacío. Para comprenderlas es necesario analizar los contextos en que tienen lugar, los cuales comprenden una constelación de factores personales, interpersonales, ambientales, institucionales, que implican aspectos como política pública, ambiente físico y social, prácticas institucionales e influencias interpersonales (Winnet, King y Atman, 1989). Estas dimensiones o factores  no son homogéneos para todas las conductas de salud. Por ello, no es raro observar que en le repertorio de conducta de un individuo convivan hábitos saludables y nocivos. De hecho, diversas investigaciones han obtenido pobres correlaciones entre las distintas conductas de salud, o lo que es lo mismo, el que un sujeto realice una determinada conducta de salud no garantiza que lleve a cabo otros comportamientos saludables (Kirscht, 1983). Por tanto, parece más que justificado pensar que estos comportamientos difieren en el número de dimensiones y tipo de factores que las elicitan, aunque pueden compartir algunas características específicas o determinantes. Estos determinantes de la conducta de la salid se pueden agrupar en cuatro grandes categorías (Bishop, 1994): determinantes demográficos y sociales, situacionales, percepción del síntoma y psicológicos. (Oblitas, 2010).


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jueves, 16 de julio de 2015

Salud, enfermedad, estilos de vida y entorno del individuo (3)

            Actualmente existe la necesidad de prevenir (prevención primaria) (Caplan, 1964), la cual consiste en adoptar medidas para impedir que enfermen aquellas personas que actualmente gozan de buena salud. La prevención primaria implica dos estrategias (Fielding, 1978): 1) cambiar los hábitos negativos de salud de los sujetos (por ej., fumar, beber, dieta) (Begoña, 1994a., 1994b.; Oblitas, 1989), y 2) prevenir los hábitos inadecuados mediante la generación, en primer lugar, de hábitos positivos y el estímulo para que la población los adopte.

            Posiblemente la filosofía tradicional de la salud, hace hincapié en el diagnóstico, el tratamiento y la cura, fuese lo más apropiado para las enfermedades infecciosas de principios del siglo xx. Sin embargo, en la actualidad, adoptar una perspectiva focalizada en el tratamiento, una vez que las personas han enfermado, es probablemente la menos adecuada en cuanto a la relación coste-eficacia en el cuidado de la salud. Procedimientos médicos tales como trasplantes, la hemodiálisis, la cirugía, etc., suponen un gasto excesivo si atendemos al hecho de que sólo se aplican a un porcentaje de población relativamente reducida (O´Neill, 1983).

            Los gastos ingentes (mínimos) que acarrean los costes médicos deberían ser un factor más para ayudar a la reflexión y al cambio hacia un enfoque preventivo, esto es, orientar los esfuerzos a la detección temprana de la enfermedad y la modificación de conductas y estilos de vida que supongan un riesgo para el sujeto. Existe evidencia más que suficiente, que es más fácil y menos costoso ayudar a que una persona se mantenga saludable, que curarla de una enfermedad (Bermúdez, 1993). La detección temprana de factores de riesgo (por ejemplo, no fumar, presión sanguínea elevada, nivel alto de colesterol), junto con la promoción de conductas de salud (por ejemplo, no fumar, una buena nutrición, hacer ejercicio) optimiza la prevención, sin lugar a dudas, la aproximación a una relación coste-beneficio más adecuada en el cuidado de la salud. (Oblitas, 2010).


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miércoles, 15 de julio de 2015

Salud, enfermedad, estilos de vida y entorno del individuo (2)

            Existen pruebas más que palpables de un cambio en los patrones de mortalidad en las sociedades avanzadas.  Las enfermedades crónicas (por ej., cáncer, sida, diabetes) han sustituido a las infecciosas como causas principales de muerte. La peculiaridad de tales padecimientos es que se encuentran asociados estrechamente con la conducta humana y el estilo de vida de los sujetos. Por ello, en la actualidad es más adecuado hablar de patógenos y de inmunógenos conductuales. Por patógenos conductuales entendemos aquellas conductas que incrementan el riesgo de un individuo a enfermar (por ej., fumar, beber alcohol). Al contrario, los inmunógenos conductuales son todos aquellos comportamientos que lo hacen menos susceptible de contraer enfermedades (Matarazzo, 1984a; 1984b). De hecho se han realizado varias investigaciones para apresar los inmunógenes conductuales más importantes. El estudio más relevante en este aspecto ha sido el que se realizó en Estados Unidos, con una muestra de siete mil personas. En los seguimientos llevados a cabo a los cinco y nueve años y medio, se observó una clara relación entre la longevidad y las siguientes siete conductas de la salud (Belloc, 1973; Blloc y Breslow, 1972):
 
1.     Dormir de 7 a 8 horas.
2.     Desayunar casi todos los días.
3.     Tres comidas al día., sin “picar” entre comidas.
4.     Mantener el peso corporal dentro de los límites normales.
5.     Practicar ejercicio físico de manera regular.
6.     Ingesta moderada de alcohol o no beberlo.
7.     No fumar.


            Las acciones de toda una colectividad, la sociedad, también influyen sobre la salud. En el entorno se encuentran riesgos ambientales tales como la contaminación del aire, agua y suelo, o sustancias tóxicas (insecticidas y productos químicos peligrosos) y radiaciones naturales o provocadas (Doll y Peto, 1989). Estos elementos también encierran un potencial para matar, hacer daño y enfermar a los individuos. Por tanto, ejercen influencias significativas sobre la salud de un amplio colectivo, de comunidades enteras. (Oblitas, 2010).


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