jueves, 20 de agosto de 2015

Sexo seguro: Promoción de estilos de vida saludables

            Cada año millones de personas, la mayoría de ellas jóvenes, contraen enfermedades trasmitidas sexualmente (por ejemplo, gonorrea, herpes), las cuales han sido siempre potencialmente peligrosas, pero durante los últimos 40 años, la mayoría ha podido ser tratada eficazmente. Sin embargo, en la década de los ochenta, la irrupción del sida cambió completamente el panorama. El sida consiste en la presentación de una o varias enfermedades (por ej., sarcoma de Kaposi) como consecuencia de la infección previa producida por el virus de inmunodeficiencia humana (VIH). Es una enfermedad contagiosa debida precisamente a este virus que se aloja en numerosos fluidos humanos, aunque sólo en algunos (por ej., semen, secreciones vaginales) presenta una concentración suficiente como para provocar una infección (Weber y Weiss, 1988; Bayés, 1995).

            Rápidamente se observó que la amplia de infecciones VIH se había producido por transmisión sexual, pues las minúsculas lesiones que se producen durante la penetración (vaginal y anal) y otras prácticas sexuales (por ejemplo, buco-genitales) facilitaba que el virus pasara a través del semen y de las secreciones vaginales a la corriente sanguínea de la pareja. Además, factores tales como mantener relaciones promiscuas, no usar preservativos, penetración anal o contacto buco-genital, incrementan el riesgo de adquirir dicha infección (Gerberding y Sanding, 1989).

            La clara evidencia de la transmisión sexual del VIH ha producido un vuelco en la concepción del manejo de este tipo de enfermedades. En estos momentos, la única vía alternativa para luchar contra este padecimiento es la prevención, por medio de comportamientos que minimicen el riesgo (por ej., uso de preservativos, mantener relaciones monogámicas) (Bayés, 1995; Kaplan, 1987).

            Uno de los problemas más preocupantes a los que se debe hacer frente nuestra sociedad, es de los embarazos no deseados, en concreto, en el colectivo de los adolescentes. Un embarazo no deseado en una adolescente supone un serio problema para ellas, su futuro hijo, sus padres, amigos y los servicios sanitarios y educativos. Aunque en las dos últimas décadas se ha reducido de modo acusado el número total de alumbramientos por parte de jóvenes de 20 años, todavía el porcentaje es especialmente alto, pues llegó a 4.8% de total de nacimientos en 1990 (Cáceres y Escudero, 1994).

            Si bien es cierto que muchos padres adolescentes adoptan decisiones responsables en caso de embarazo y proporcionan a sus hijos un buen cuidado prenatal y obstétrico, un elevado número no lo hace. Esto es, un gran porcentaje de embarazos no deseados guarda relación con una incidencia desproporcionada de mortalidad infantil, así como de descuido y maltrato a los niños. Por ello, aproximadamente cuatro de diez embarazos de este grupo terminan en abortos o malogros. Las madres adolescentes tienen un riesgo dos veces mayor de padece r anemia, preclampsia y complicaciones durante el parto, además de un mayor riesgo de muerte durante éste (OMS, 1976).

            Por otra parte, los hijos de madres adolescentes presentan una tasa de morbilidad y mortalidad dos veces mayor que los bebés de madres adultas, y corren el riesgo de experimentar más malformaciones congénitas, problemas de desarrollo, retraso mental, ceguera, epilepsia y parálisis cerebral (Hunt, 1976). Por si fuera poco, tanto los padres como sus hijos tienen que afrontar a corto, mediano y largo plazo toda una serie de adversidades sociales, legales, psicológicas, educativas y económicas. (Oblitas, 2010).


Hospital Médica Sur: Puente de Piedra No. 150. Torre I Consultorio 430 4to. Piso Col. Toriello Guerra, Tlalpan. C.P. 14050. México, D.F. Tel. 5524-3051. terapiainfantilyjuvenil.blogspot.mx


jueves, 13 de agosto de 2015

Evitar el consumo de drogas: Promoción de estilos de vida saludables

            Éste es uno de los tres problemas que más preocupan a los ciudadanos. En la sociedad actual el uso de drogas ilegales (heroína, cocaína, marihuana, etc.) y legales (alcohol, tabaco y drogas de prescripción) es un fenómeno que ha adquirido gran relevancia. Estas sustancias son una fuente de problemas de salud, pues son el origen de diferentes clases de cánceres, enfermedades del aparato respiratorio, cardiopatía isquémica, afecciones cardiovasculares, etc. (por ej., Schukitt, 1995).

            Una de las muchas clasificaciones existentes en el ámbito de las drogodependencias sostiene la diferenciación entre drogas legales e ilegales. Las primeras son aquellas cuya venta y consumo está permitido por la ley. El tabaco y el alcohol son el ejemplo por excelencia de esta categoría de drogas institucionalizadas, además de ser las más consumidas por la población y las que generan más problemas socio-sanitarios. Las cifras de la mortalidad al año de muertes prematuras a causa del tabaco se aproxima a 390,000 en Estados Unidos, 500,000 en Europa, 44,000 en España y 14,000 en México (Becoña, 1944). Sin lugar a dudas, el tabaco es la principal causa de muerte prevenible en el mundo, con un total de tres millones de defunciones al año, más que todas las que provocan juntas el alcohol, las drogas ilegales, los homicidios, los suicidios, los accidentes automovilísticos y el sida.

            Al contrario, la venta y el consumo de drogas ilegales carece de reconocimiento legal. En los últimos años, este tipo de drogas ha creado muchos problemas serios en nuestro medio, los cuales, sin embargo, son principalmente de índole social y no relacionados con la salud física. El número de personas que fallece como consecuencia de los efectos de las drogas ilegales es reducido, si lo comparamos con el generado por el tabaco y el alcohol.

            Tanto las drogas legales como las ilegales representan un peligro potencial para la salud. Sin embargo, estas últimas presentan mayores riesgos, además de los efectos farmacológicos. Por ejemplo, estas sustancias pueden ser vendidas como un tipo de droga cuando en realidad es otro; contienen otro tipo de sustancias que pueden ser por sí mismas peligrosas para la salud; durante su administración no se observa ninguna medida de higiene; el consumidor no tiene asegurada la dosis por motivos económicos o de demanda y un largo etc. También son foco de problemas de índole social, pues los consumidores producen inseguridad ciudadana, tráfico de drogas, crímenes, robos y otras conductas similares. Otros problemas importantes que generan las mismas son de tipo laboral y económico.

            En resumen, todas las drogas tienen la capacidad para generar adicción, pero precisamente la peculiaridad de una sustancia radica en los problemas de salud, económicos y sociales que genera, tríada en la que se encuentran enormes diferencias, Así, por ejemplo, mientras el tabaco es la sustancia que causa mayor mortalidad, el alcohol es la que produce mayores problemas sociales, laborales y económicos (Becoña, 1995). Por tanto, es necesario que el uso de ambas sea eliminado o reducido al mínimo, en el pero de los casos. (Oblitas, 2010).


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lunes, 10 de agosto de 2015

Adopción de comportamientos de seguridad: Promoción de estilos de vida saludables


            Las tasas de muerte por accidentes persisten como la tercera causa de mortalidad en los países desarrollados. La mayoría de ellos podría ser evitada, pues es ocasionada por la conducta de los individuos. Comportamientos inapropiados en el manejo de automóviles, medicamentos, armas blancas y de fuego, sustancias tóxicas, fuego, etc., son una fuente considerable de lesiones (Robertson, 1984). Aproximadamente las dos terceras partes de las muertes por accidentes son intencionales. La mayoría de las lesiones se debe a accidentes automovilísticos y a los ocurridos por fuego.

            Si excluimos el primer año de vida, las lesiones se convierten en la causa principal de muerte durante las primeras cuatro décadas de vida del individuo. La mitad de los decesos de los niños y adolescentes también se debe a los accidentes. Se pierden más años de trabajo por lesiones y muerte relacionados con ellos que por ninguna otra causa. Los jóvenes, los pobres y las personas de edad avanzada son víctimas de ello más que el resto de la población. Los mineros y los trabajadores industriales y agrícolas son el colectivo que presentan mayor número de lesiones incapacitantes (Waller, 1987).

            Especial atención merecen los accidentes de tráfico, por sus consecuencias nefastas. Tal como ya hemos mencionado, se llevan la palma en cuanto a mortalidad y morbilidad, pues representan la mitad de todas las muertes debidas a accidentes. Las tasas de mortalidad derivadas de los accidentes de vehículos de motor se incrementan de modo alarmante durante la adolescencia. Los hombres y jóvenes de entre 15 y 19 años presentan una probabilidad dos veces y media mayor de morir en un accidente de circulación que las mujeres de su misma edad (Matarazzo, 1984; Piérdola, 1988).

            Sin embargo, la mayoría de estos accidentes pueden evitarse y es posible que muchas de las lesiones derivadas de ellos no se efectúen o, por lo menos, se reduzcan, si se adoptan cuatro medidas generales de prevención (Haddon y Baker, 1981): 1) eliminar los agentes físicos (por ej., armas de fuego); 2) reducir la cantidad del agente (por ej., velocidad de los vehículos); 3) evitar la liberación del agente (por ej., dispositivos de sujeción en los vehículos), y 4) cambiar superficies, estructuras o productos peligrosos (por ej., en los automóviles).

            Estamos persuadidos de que un objetivo específico de la psicología de la salud es lograr un cambio conductual en todas éstas prácticas, en la dirección de promover el uso de cinturones de seguridad en los automóviles, reducir la exposición de los niños a factores de riesgo, etc. (Oblitas, 2010).

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viernes, 7 de agosto de 2015

Nutrición adecuada: Promoción de estilos de vida saludables

            En términos de efectos sobre la salud, los hábitos alimentarios de las personas que viven en las sociedades desarrolladas pasaron desde los estragos de las deficiencias dietéticas de principios del siglo pasado a los desastres del exceso, en las últimas décadas. Una nutrición correcta es imprescindible para lograr un estado saludable. De hecho, la mayoría de las enfermedades actuales guardan una estrecha relación con la dieta (por ej., la diabetes, la caries dental). Una buena práctica nutricional se caracteriza por una dieta equilibrada, que contenga todas las sustancias esenciales (por ej., minerales, vitaminas, proteínas), y un consumo adecuado, evitando una ingesta excesiva. O, dicho de otro modo, la dieta saludable es aquella que minimiza el riesgo de desarrollar enfermedades relacionadas con la nutrición (Hegsted, 1984).
 
            Las dietas saludables proporcionan una cantidad adecuada de todos los nutrientes esenciales para cubrir las necesidades metabólicas del organismo, Además de agua, los alimentos contienen cinco tipos de componentes químicos que aportan nutrientes específicos para el buen funcionamiento del organismo: carbohidratos, lípidos, proteínas, vitaminas y minerales (Holum, 1987).

            Las dos principales causas de morbilidad y mortalidad de la década de los noventa, las enfermedades cardiovasculares y el cáncer, se deben en gran medida a comportamientos nutricionales inadecuados. Por ej., padecimientos como el cáncer de colón, el estreñimiento y la diverticulosis se han relacionado con dietas pobres en fibras. Dietas ricas en grasa y sal favorecen la hipocolesterolemia y la hipertensión, dos importantes factores de riesgo de las afecciones cardiacas (Costa y López, 1986).

            Cabe señalar que entre los hábitos alimenticios más recomendables se encuentran la disminución del consumo de grasas animales, el aumento de la ingesta de leche, patatas y especialmente verduras, frutas y alimentos con alto contenido de fibra y la reducción del consumo de azúcar, dulces y harinas refinadas así como de alcohol. Esto es, una dieta equilibrada debe aportar todos los nutrientes básicos y la fibra necesarios para cubrir las necesidades, es decir, debe estar compuesta de diversos alimentos de los cuatro grupos básicos: cereales, frutas y vegetales, productos lácteos y carnes y pescados (Nelson, 1984).

            Por último, la mayoría de las personas que come saludablemente no necesita consumir suplementos vitamínicos u otros nutrientes, Sin embargo, algunos sectores de poblaciones especiales, como las embarazadas, necesitan una cantidad extra de nutrientes que aunque pueden obtenerlos introduciendo modificaciones en su dieta, es recomendable que tomen suplementos, por ejemplo, hierro (Hegsted, 1984). (Oblitas, 2010).


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