En la actualidad,
asistimos a un cambio en los patrones de mortalidad en las sociedades
desarrolladas. Las enfermedades infecciosas han cedido su protagonismo,
respecto de la morbilidad y mortalidad, a las crónicas y a las suscitadas por
comportamientos inadecuados. Cada vez es mayor la evidencia del peso que ejerce
nuestra conducta, nuestros estados psicológicos y el contexto en el que vivimos
sobre nuestra salud, la cual depende, en gran medida, de comportamientos tales
como tener hábitos saludables, buscar cuidados médicos, obedecer las
recomendaciones de éstos, etc. (Matarazzo, Wiess, Herd, Miller y Weiss, 1984).
Un buen ejemplo
de ello es la conducta de fumar, a la que se le atribuye entre 12 y 15% del
total de las muertes que ocurren en los países desarrollados. A ello hay que
añadirle la morbilidad que genera dicha conducta (Center for Disease Control,
1991; Peto, López, Boreham et al., 1994
USDHHS, 1989).
Asimismo,
numerosas investigaciones han puesto de manifiesto que los estados psicológicos
desempeñan un papel destacado en nuestra salud. Los sentimientos y emociones
pueden repercutir de un modo positivo o negativo en el bienestar del individuo.
Por ejemplo, sentirnos amados y apoyados por otras personas adquiere un enorme valor
cuando tenemos que afrontar situaciones estresantes (Wallston, Alagna, DeVillis
y DeVillis, 1983). Precisamente el estrés es el estado psicológico que más
influye negativamente sobre nuestra salud, pues se le asocia con una gran
variedad de efectos negativos (por ejemplo, cáncer, enfermedad cardiaca coronaria,
supresión del sistema autoinmune, etc.) (Cohen y Williamson, 1991; Labrador,
1992) (Oblitas, 2010).
Hospital Médica Sur:
Puente de Piedra No. 150. Torre I Consultorio 430 4to. Piso Col. Toriello
Guerra, Tlalpan. C.P. 14050. México, D.F. Tel. 5524-3051.
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