La mayoría de los
expertos están de acuerdo en que la implicación con la salud (p. ej., Kirscht,
1983) es propiciada en gran parte por los factores sociales y demográficos como
la edad, nivel educacional, clase social, género, etc.
Las situaciones
sociales, también conocidas como determinantes situacionales, influyen, de modo
directo o indirecto, para que u individuo adopte una conducta saludable. No
cabe duda de que la familia y el grupo de los iguales pueden jugar un papel
relevante en los hábitos saludables que pueda adoptar una persona. Por ejemplo,
el hecho de que fume uno de los padres ha sido señalado en numerosos estudios
como factor de riesgo para que el adolescente se inicie en dicha conducta.
Asimismo, la mayoría de los estudios ha demostrado una clara relación entre el
inicio del consumo y relacionarse con compañeros fumadores (USDHHS, 1994).
Las conductas de
salud que realiza una persona también pueden obedecer a la percepción subjetiva
de determinados síntomas, esto es, la susceptibilidad percibida. Entendemos por
ello las percepciones individuales de la vulnerabilidad personal a enfermedades
o accidentes específicos. La naturaleza (percepción de susceptibilidad) y la
intensidad (severidad percibida) de estas percepciones puede influir de manera
importante a la hora de adoptar o no una conducta concreta. No obstante, cuando
un individuo piense en la posibilidad de un cambio, no valorará sólo la
susceptibilidad y la severidad, sino también los beneficios y los costes de
realizar una conducta de salud concreta (Becker y Maiman, 1975). Por ejemplo,
una persona puede sentirse vulnerable cuando experimenta tos matutina, fatiga
al subir unas escaleras, etc. Supongamos que quien los padece atribuye estos
síntomas a su conducta de fumar. A partir de ello se puede pensar que dicha
conducta está comprometiendo su salud y, además, que le acarreará consecuencias
negativas, es decir, la percibe como un riesgo potencial serio (como un
indicador) de sus problemas físicos. A la inversa, es poco probable que el
sujeto adopte alguna medida cuando sopese que la probabilidad de dañar sus
salud (por ejemplo, engordar) demasiado grande por dejarlo. Esta atribución
puede ser útil para que la persona intente dejar de fumar. Ahora bien, aunque
tales síntomas pueden ser muy útiles a la hora de motivar al sujeto para que
adopte hábitos positivos de salud, su influencia sólo reviste carácter
transitorio (Levanthal, Prochaska y Hirschman, 1985). (Oblitas, 2010).
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