viernes, 21 de noviembre de 2014

¿Cómo reconocer lo que produce estrés y cómo impedir que se manifieste?

            Para ello debe hacerse un análisis exhaustivo para identificar las situaciones que se perciben como amenazantes o desafiantes en la vida cotidiana, por ejemplo, los cambios recientes, las nuevas responsabilidades o el incremento de las demandas. También se deben identificar los síntomas que aparecen asociados con las situaciones, por ejemplo, lo que produce tensión y dolor de cabeza, sudores, palpitaciones, entre otros posibles. En este proceso es esencial que el individuo reconozca y comprenda por qué ésa situación produce estrés. ¿Qué significado tiene para mí? ¿Qué valoración antepuse en el enfrentamiento a esa situación? ¿Estas valoraciones están basadas en hechos obvios? ¿Ayudan a alcanzar mis propósitos? ¿Por qué tiene que ser necesariamente así?

            Es forzoso desarrollar nuevas estrategias para afrontar situaciones que se consideran estresantes. Se puede encarar el estrés mediante el uso de estrategias adaptativas y eficaces. De igual forma que un sujeto puede afrontar adecuadamente el estrés evitando conservarlo, también puede impedir que se manifieste. Para ello es importante:

ü  Aprender a medir las fuerzas y no violentarse uno mismo intentando hacer algo más allá de sus posibilidades.
ü  El pensamiento debe corresponder con una visión objetiva de la realidad.
ü  Tomar el tiempo necesario para responder a las demandas de acuerdo con el estilo propio de cada persona, es decir, seguir el propio paso.
ü  No existe una solución única y perfecta para cada problema, sino que es necesario aprender a enfrentar las situaciones con los recursos propios o aquellos que se tienen a mano.
ü  Lo trágico no son las situaciones, sino el modo de interpretarlas; cuando es posible, conviene ver los conflictos y contratiempos como desafíos y no como situaciones amenazadoras. Si es bueno o malo lo que ocurre, depende mucho de cómo se perciba. (Oblitas, L. et al., 2010).



Hospital Médica Sur: Puente de Piedra No. 150. Torre I Consultorio 430 4to. Piso Col. Toriello Guerra, Tlalpan. C.P. 14050. México, D.F. Tel. 5524-3051. terapiainfantilyjuvenil.blogspot.mx


jueves, 20 de noviembre de 2014

¿Qué es lo que incluyen casi todos los programas diseñados para luchar contra el estrés?

            Casi todos incluyen:

ü  Acciones psicoterapéuticas para fortalecer el yo, y favorecer el enfrentamiento del hombre con las situaciones estresantes.
ü  Gimnasia, deportes, caminatas, jogging. Está demostrado que 30 minutos diarios de ejercicios ayudan a reducir los efectos negativos del estrés, además de que aumentan el consumo de oxígeno; disminuyen la frecuencia cardiaca y la presión cardiaca; queman grasas y reducen el peso corporal; disminuyen el apetito y previenen la obesidad; mejoran el colesterol bueno (HDL); permiten controlar el nivel de azúcar en sangre; aumentan la masa y la fuerza muscular; estimulan la producción de endorfinas; disminuyen la ansiedad, la irritabilidad y la tensión muscular; elevan el estado de ánimo; mejoran la cantidad y la calidad del sueño; aumentan la autoestima; facilitan la distracción y desconexión del estrés diario.
ü  Evitar el consumo de sustancias psicoactivas o estimulantes, como el alcohol, tabaco, cafeína o bebidas cafeinadas tipo (“cola), mateína, la automediación de psicofármacos y de pastillas para adelgazar u otras por el estilo.
ü  Régimen alimenticio adecuado para evitar el exceso de grasa, glúcidos y sal. Buscar incrementar reservas de vitaminas C y complejo B, la ingesta de fibras (por ejemplo, salvado), frutas y vegetales y beber agua suficiente (ocho vasos por día entre comidas).
ü  Horarios de sueño y descanso adecuados que permiten al organismo recuperarse de las fatigas diarias.
ü  Ejercicios de relajación, fundamentalmente dirigidos por el terapeuta para un mejor aprovechamiento.

            Lo esencial para un afrontamiento exitoso del estrés es el papel activo del sujeto, por lo cual él debe tornarse consciente del problema. Esto comprende el reconocimiento del problema que produce estrés y darse cuenta de que es resultado de una situación que impide el alcance de los objetivos. (Oblitas, L. et al., 2010).



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miércoles, 19 de noviembre de 2014

Programas de control del estrés: Psicología de la salud

            En líneas generales, el estrés puede ser controlado mediante el manejo de técnicas específicas o a través de programas particulares diseñados según el tipo de demanda, los objetivos que persiguen (por ejemplo, de tipo preventivo o asistencial), las estrategias de intervención (por ejemplo, cognitivas, conductuales, emocionales, mixtas), las técnicas privilegiadas (por ejemplo, inoculación del estrés, desarrollo de habilidades sociales, corrección de hábitos perniciosos para la salud, como eliminar el consumo de tabaco, control de la hipertensión, etc.) u otras categorías determinadas (por ejemplo, disponibilidad, participantes, grado de estrés, etc.). Los seguimientos de programas para reducir el estrés han encontrado que, en la mayor parte de los casos, arrojan resultados positivos.

            Un programa integral debe incluir, por lo menos, el desarrollo de recursos cognitivos y conductuales de afrontamiento eficaz, un programa adecuado de actividades físicas, gimnásticas y/o deportivas, la aplicación de técnicas de relajación muscular, un plan equilibrado de actividades laborales, espacios de esparcimiento o descanso así como la aplicación de un régimen alimenticio apropiado. Existen casos en que, por un tiempo determinado, se impone la necesidad de administrar un tratamiento farmacológico ajustado al problema.

            El entrenamiento en estrés (stress management) ha sido definido como un programa breve, que normalmente no contiene seguimiento, orientado predominantemente hacia estilos de vida, estrategias de afrontamiento y búsqueda del cambio individual o interpersonal (Martin, 1992).



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martes, 18 de noviembre de 2014

¿Cuáles son los resultados del ajuste al estrés?

            Al estudiar los resultados del ajuste es necesario discriminar entre “eustrés” o estrés positivo y “distrés” o estrés negativo. Es obvio que en ambos casos los resultados serán muy diferentes. Selye (1975) también declaró: Stress is the spice of life, es decir, que el estrés es la sal de la vida o lo que le da sabor. En este sentido, el estrés trae consecuencias de bienestar físico y psicológico, como ocurre con las personas resilientes o hardiness. Sin embargo, la literatura científica se ha centrado en los resultados nocivos o perjudiciales, tanto para los individuos como para las organizaciones.

            Diversos modelos teóricos sobre el estrés laboral, por ejemplo, consideran los resultados organizacionales del mismo. Entre ellos, Marshall y Cooper (1979), han descrito los llamados “síntomas organizacionales” del estrés, distinguiendo la baja productividad, el absentismo (Woo et. al., 1999), la tasa de rotación, la accidentabilidad, entre otros, que se asocian con malas condiciones del medio laboral (por ejemplo, luz pobre, temperaturas no confortables) o del contexto social (por ejemplo, el alto nivel de conflicto interpersonal) u organizacional (por ejemplo, trabajos pesados, poco descanso). También se ha prestado mucha atención al estudio de la satisfacción laboral, los resultados de desempeño y el burnout o el “síndrome de estar quemado”.

            En un reciente informe de la (OIT) denominado Mental Health in the Workplace, se analiza la situación de los trabajadores, las políticas y los programas de salud mental en el ámbito laboral de cinco países: Estados Unidos, Alemania, Reino Unido, Finlandia y Polonia. Según el documento, uno de cada diez trabajadores sufre depresión, ansiedad y estrés, que en algunos casos llevan al desempleo y la hospitalización. Expertos de ese organismo indican que los costos del estrés laboral están aumentando, y que la incidencia de la depresión entre los trabajadores es cada vez mayor. Precisamente, entre las razones del aumento de las enfermedades mentales, la OIT cita “el impacto de la revolución tecnológica” y la competencia, por lo que “no debe sorprender que cada vez sean más los casos de discapacidad relacionados con la presencia de dolencias crónicas tales como el estrés inducido por trabajo” (Shapira, 2001).

            A nivel individual se han investigado las respuestas fisiológicas (presión sanguínea, ritmo cardiaco, niveles hormonales, problemas digestivos, úlceras, etc.), las respuestas emocionales (ansiedad, fobias, hostilidad, depresión, etc.) y las respuestas conductuales (adicciones como el alcoholismo, tabaquismo u otras sustancias psicoactivas, abuso o violencia familiar, accidentes, etcétera).

            Como se ha visto, Selye estudió las respuestas del organismo y definió el estrés como la respuesta inespecífica de éste ante cualquier demanda que se le haga y describió el conocido Síndrome de Adaptación General.

            Con respecto a las respuestas emocionales y conductuales, un estudio realizado por O´Dougherty y Brown (1990), centrado en el estrés generado por la enfermedad en la infancia, realiza una síntesis muy adecuada e ilustrativa, que completa otras informaciones ya adelantadas, sobre las posibles reacciones o impacto psicológico que pueden producirse en el sujeto y su familia, considerando la edad específica o el grupo de riesgo ante cada estresor específico. (Oblitas, L. et al., 2010).


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lunes, 17 de noviembre de 2014

El ajuste al estrés y los recursos externos

            Junto con los factores y recursos personales que modulan el ajuste al estrés, existen otros elementos externos al individuo que también pueden condicionar el modo en que éste perciba la situación y la forma de reaccionar ante la misma. Por supuesto, estas condiciones, en última instancia, dependen de cómo son categorizadas y valoradas por el sujeto. Sin embargo, aquí procuramos poner el acento en la dimensión objetiva del ajuste. Por ejemplo, para muchos, las condiciones de hacinamiento, las presiones económicas, la sobrecarga de trabajo o el ambiente competitivo son circunstancias que se perciben consciente o inconscientemente como amenazas que promueven diferentes tipos de ajustes, algunos de los cuales pueden ser funcionales, en tanto que otros pueden resultar disfuncionales.

            ¿Cuáles son los recursos externos que pueden neutralizar los efectos perturbadores del estrés o facilitar un ajuste adecuado? Lazarus y Folkman (1986) han señalado algunos de los más importantes, a saber: a) salud y energía, b) apoyo social, c) recursos materiales y d) condiciones ambientales.

            Es incuestionable que una persona débil, frágil, enfermiza o cansada está en peores condiciones, a la hora del ajuste, que otra saludable y fuerte. El bienestar físico juega un rol importante en las funciones de adaptación. Es reconocido que personas que han soportado por algún tiempo un proceso de desgaste por la acción crónica del estrés (por ejemplo, cuidar a un enfermo terminal de parentesco cercano, como una madre, padre o hijo), suelen tener un umbral descendido en la recepción de los estímulos, especialmente aquellos amenazantes o lesivos, lo cual promueve una respuesta inadecuada, que en otras circunstancias, con una mejor capacidad psicofísica, hubieran superado con relativa facilidad. De todos modos, varias investigaciones han puesto de manifiesto que personas enfermas o debilitadas, cuando tienen que afrontar una situación sobradamente importante para ellos, pueden movilizar energías inesperadas para salir airosos.

            Con respecto a los recursos materiales, el dinero, los bienes y los servicios disponibles son un factor valioso. Por lo general, las personas adineradas viven mejor que las de escasos recursos y tienen otras opciones de afrontamiento. También aquellas con buen nivel económico tienen acceso más fácil a la asistencia médica, legal, financiera y hasta a nivel humano y social. “Simplemente el hecho de tener dinero, incluso aunque no se use, puede reducir la vulnerabilidad del individuo a la amenaza y de esta forma facilitar el afrontamiento eficaz” (Lazarus y Folkman, 1986).

            A veces las condiciones ambientales son propicias y en otras adversas. Lazarus relata el caso de una madre que uso sin éxito toda su imaginación y esfuerzos en lograr incluir a un hijo disléxico en un programa terapéutico. El entorno puede diferir en la naturaleza y la frecuencia de las amenazas, así como el tipo de opciones que presenta. Existen factores ambientales que pueden inhibir las estrategias de afrontamiento del sujeto, mientras que otros pueden actuar como facilitadores. Un ejemplo expresivo de estos recursos externos es la conducta de grupo puesta de manifiesto en un accidente de una mina donde seis hombres quedaron atrapados. Había una alto riesgo de muerte si no llegaba el rescate a tiempo. En este caso, los factores sociales ayudaron a mantener la esperanza y realizar un ajuste adecuado. Los gritos, llantos y expresiones de desesperación fueron contenidos por uno de los miembros del grupo, al decir: “no llores, necesitamos todas nuestras fuerzas. Creo que resistiré aún un par de días, e incluso más”. Sus compañeros respondieron: “de acuerdo, dejaré de llorar” y estuvieron charlando tranquilos hasta que llegó el recate.

            También se han clasificados los recursos externos, como instrumentales (por ejemplo, apoyos materiales para hacer frente al problema, información sobre posibles soluciones) y emocionales (especialmente las expresiones de reconocimiento y afecto). Cuando se comparan ambos recursos, afirma Bermúdez (1996), “la disponibilidad de recursos de carácter emocional parece jugar un papel más importante que disponer de los puramente materiales. La existencia de una buena red de apoyo social va a permitir, de esta manera, al individuo percibir menor grado de amenaza en la situación y disponer, al tiempo, de mayores recursos para hacerle frente de manera más adaptativa”. (Oblitas, L. et al., 2010).


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