Junto con los
factores y recursos personales que modulan el ajuste al estrés, existen otros
elementos externos al individuo que también pueden condicionar el modo en que
éste perciba la situación y la forma de reaccionar ante la misma. Por supuesto,
estas condiciones, en última instancia, dependen de cómo son categorizadas y
valoradas por el sujeto. Sin embargo, aquí procuramos poner el acento en la
dimensión objetiva del ajuste. Por ejemplo, para muchos, las condiciones de
hacinamiento, las presiones económicas, la sobrecarga de trabajo o el ambiente
competitivo son circunstancias que se perciben consciente o inconscientemente
como amenazas que promueven diferentes tipos de ajustes, algunos de los cuales
pueden ser funcionales, en tanto que otros pueden resultar disfuncionales.
¿Cuáles son los
recursos externos que pueden neutralizar los efectos perturbadores del estrés o
facilitar un ajuste adecuado? Lazarus y Folkman (1986) han señalado algunos de
los más importantes, a saber: a)
salud y energía, b) apoyo social, c) recursos materiales y d) condiciones ambientales.
Es incuestionable
que una persona débil, frágil, enfermiza o cansada está en peores condiciones,
a la hora del ajuste, que otra saludable y fuerte. El bienestar físico juega un
rol importante en las funciones de adaptación. Es reconocido que personas que
han soportado por algún tiempo un proceso de desgaste por la acción crónica del
estrés (por ejemplo, cuidar a un enfermo terminal de parentesco cercano, como
una madre, padre o hijo), suelen tener un umbral descendido en la recepción de
los estímulos, especialmente aquellos amenazantes o lesivos, lo cual promueve
una respuesta inadecuada, que en otras circunstancias, con una mejor capacidad
psicofísica, hubieran superado con relativa facilidad. De todos modos, varias
investigaciones han puesto de manifiesto que personas enfermas o debilitadas,
cuando tienen que afrontar una situación sobradamente importante para ellos,
pueden movilizar energías inesperadas para salir airosos.
Con respecto a
los recursos materiales, el dinero, los bienes y los servicios disponibles son
un factor valioso. Por lo general, las personas adineradas viven mejor que las
de escasos recursos y tienen otras opciones de afrontamiento. También aquellas
con buen nivel económico tienen acceso más fácil a la asistencia médica, legal,
financiera y hasta a nivel humano y social. “Simplemente el hecho de tener
dinero, incluso aunque no se use, puede reducir la vulnerabilidad del individuo
a la amenaza y de esta forma facilitar el afrontamiento eficaz” (Lazarus y
Folkman, 1986).
A veces las
condiciones ambientales son propicias y en otras adversas. Lazarus relata el
caso de una madre que uso sin éxito toda su imaginación y esfuerzos en lograr
incluir a un hijo disléxico en un programa terapéutico. El entorno puede
diferir en la naturaleza y la frecuencia de las amenazas, así como el tipo de
opciones que presenta. Existen factores ambientales que pueden inhibir las
estrategias de afrontamiento del sujeto, mientras que otros pueden actuar como
facilitadores. Un ejemplo expresivo de estos recursos externos es la conducta
de grupo puesta de manifiesto en un accidente de una mina donde seis hombres
quedaron atrapados. Había una alto riesgo de muerte si no llegaba el rescate a
tiempo. En este caso, los factores sociales ayudaron a mantener la esperanza y
realizar un ajuste adecuado. Los gritos, llantos y expresiones de desesperación
fueron contenidos por uno de los miembros del grupo, al decir: “no llores,
necesitamos todas nuestras fuerzas. Creo que resistiré aún un par de días, e
incluso más”. Sus compañeros respondieron: “de acuerdo, dejaré de llorar” y
estuvieron charlando tranquilos hasta que llegó el recate.
También se han
clasificados los recursos externos, como instrumentales (por ejemplo, apoyos
materiales para hacer frente al problema, información sobre posibles
soluciones) y emocionales (especialmente las expresiones de reconocimiento y
afecto). Cuando se comparan ambos recursos, afirma Bermúdez (1996), “la
disponibilidad de recursos de carácter emocional parece jugar un papel más
importante que disponer de los puramente materiales. La existencia de una buena
red de apoyo social va a permitir, de esta manera, al individuo percibir menor
grado de amenaza en la situación y disponer, al tiempo, de mayores recursos
para hacerle frente de manera más adaptativa”. (Oblitas, L. et al., 2010).
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