lunes, 17 de noviembre de 2014

El ajuste al estrés y los recursos externos

            Junto con los factores y recursos personales que modulan el ajuste al estrés, existen otros elementos externos al individuo que también pueden condicionar el modo en que éste perciba la situación y la forma de reaccionar ante la misma. Por supuesto, estas condiciones, en última instancia, dependen de cómo son categorizadas y valoradas por el sujeto. Sin embargo, aquí procuramos poner el acento en la dimensión objetiva del ajuste. Por ejemplo, para muchos, las condiciones de hacinamiento, las presiones económicas, la sobrecarga de trabajo o el ambiente competitivo son circunstancias que se perciben consciente o inconscientemente como amenazas que promueven diferentes tipos de ajustes, algunos de los cuales pueden ser funcionales, en tanto que otros pueden resultar disfuncionales.

            ¿Cuáles son los recursos externos que pueden neutralizar los efectos perturbadores del estrés o facilitar un ajuste adecuado? Lazarus y Folkman (1986) han señalado algunos de los más importantes, a saber: a) salud y energía, b) apoyo social, c) recursos materiales y d) condiciones ambientales.

            Es incuestionable que una persona débil, frágil, enfermiza o cansada está en peores condiciones, a la hora del ajuste, que otra saludable y fuerte. El bienestar físico juega un rol importante en las funciones de adaptación. Es reconocido que personas que han soportado por algún tiempo un proceso de desgaste por la acción crónica del estrés (por ejemplo, cuidar a un enfermo terminal de parentesco cercano, como una madre, padre o hijo), suelen tener un umbral descendido en la recepción de los estímulos, especialmente aquellos amenazantes o lesivos, lo cual promueve una respuesta inadecuada, que en otras circunstancias, con una mejor capacidad psicofísica, hubieran superado con relativa facilidad. De todos modos, varias investigaciones han puesto de manifiesto que personas enfermas o debilitadas, cuando tienen que afrontar una situación sobradamente importante para ellos, pueden movilizar energías inesperadas para salir airosos.

            Con respecto a los recursos materiales, el dinero, los bienes y los servicios disponibles son un factor valioso. Por lo general, las personas adineradas viven mejor que las de escasos recursos y tienen otras opciones de afrontamiento. También aquellas con buen nivel económico tienen acceso más fácil a la asistencia médica, legal, financiera y hasta a nivel humano y social. “Simplemente el hecho de tener dinero, incluso aunque no se use, puede reducir la vulnerabilidad del individuo a la amenaza y de esta forma facilitar el afrontamiento eficaz” (Lazarus y Folkman, 1986).

            A veces las condiciones ambientales son propicias y en otras adversas. Lazarus relata el caso de una madre que uso sin éxito toda su imaginación y esfuerzos en lograr incluir a un hijo disléxico en un programa terapéutico. El entorno puede diferir en la naturaleza y la frecuencia de las amenazas, así como el tipo de opciones que presenta. Existen factores ambientales que pueden inhibir las estrategias de afrontamiento del sujeto, mientras que otros pueden actuar como facilitadores. Un ejemplo expresivo de estos recursos externos es la conducta de grupo puesta de manifiesto en un accidente de una mina donde seis hombres quedaron atrapados. Había una alto riesgo de muerte si no llegaba el rescate a tiempo. En este caso, los factores sociales ayudaron a mantener la esperanza y realizar un ajuste adecuado. Los gritos, llantos y expresiones de desesperación fueron contenidos por uno de los miembros del grupo, al decir: “no llores, necesitamos todas nuestras fuerzas. Creo que resistiré aún un par de días, e incluso más”. Sus compañeros respondieron: “de acuerdo, dejaré de llorar” y estuvieron charlando tranquilos hasta que llegó el recate.

            También se han clasificados los recursos externos, como instrumentales (por ejemplo, apoyos materiales para hacer frente al problema, información sobre posibles soluciones) y emocionales (especialmente las expresiones de reconocimiento y afecto). Cuando se comparan ambos recursos, afirma Bermúdez (1996), “la disponibilidad de recursos de carácter emocional parece jugar un papel más importante que disponer de los puramente materiales. La existencia de una buena red de apoyo social va a permitir, de esta manera, al individuo percibir menor grado de amenaza en la situación y disponer, al tiempo, de mayores recursos para hacerle frente de manera más adaptativa”. (Oblitas, L. et al., 2010).


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