Las conductas
adictivas inciden de modo muy acusado en la vida de la persona, de su familia o
de su pareja. Ésta es una de las áreas más afectadas pues, en ocasiones, sus
seres más queridos quedan “apresados” en su proceso adictivo. Si éste es
prolongado, ellos sufren directamente el desapego, el deterioro físico, los
problemas con sus amigos, con la justicia, etc., de ese miembro de la familia o
pareja.
Una vez que ha
entrado en tratamiento, es necesario intervenir en la pareja, si es el caso,
con una terapia específica. Si es la familia nuclear o extensa la afectada,
deberá intervenirse mediante terapia familiar (Heath y Stanton, 1998). La
primera es un tipo de terapia específica que pretende incrementar la
comunicación entre ambos, conseguir un incremento del intercambio de refuerzos
entre los miembros de la pareja y solucionar entre ellos las cuestiones que
vayan surgiendo, entrenándoles en técnicas de solución de problemas. También es
necesario capacitarlos en aquellos otros aspectos que inciden en la relación
(por ejemplo, manejo de los hijos, problemas sexuales de uno de los miembros,
etcétera).
La terapia
familiar tiene su aplicación cuando toda la familia es afectada por la conducta
de un miembro problema (la persona con adicción) y por las relaciones
peculiares que se establecen entre el adicto y uno o más de los miembros de la
familia. Este tratamiento es recomendable cuando el paciente es joven y vive con
su familia. Además, por lo general suele basarse en el concepto de sistema, es
decir, entiende que las experiencias y conductas de una persona están asociadas
y dependen del comportamiento de otros miembros de la familia. Esto es, la
conducta de un integrante no se puede entender aislada de la de los demás. Cada
familia desarrolla patrones de comunicación y secuencias de conducta para
mantener el equilibrio entre sus integrantes. Algunos de los objetivos de la
terapia familiar conductual es entrenar a los miembros de la familia en
técnicas de manejo de contingencias (por ejemplo, contratos conductuales),
capacitarlos en la solución de problemas de comunicación, intercambio de
conductas, observación del comportamiento propio, y el de los demás, intercambio
de refuerzos entre los distintos miembros de la familia, cambio de expectativas
y atribuciones negativas, reducción de los estados emocionales negativos, etc.
Especialmente, cuando la persona consigue la abstinencia, o deja de realizar la
conducta adictiva, es necesario estar atento a posibles cambios en la estructura
relacional de la familia que puede facilitar la recaída. Tener comprometido al
núcleo familiar en el tratamiento puede evitar la reincidencia, más aún si se
lleva a cabo una adecuado manejo de los conflictos subyacentes o manifiestos en
él y se dispone de adecuadas habilidades de comunicación y de solución de
problemas. Para lograr esos objetivos es necesario establecer claras normas de
convivencia, de jerarquía y de comunicación familiares y que el padres se
implique en la familia y en el problema que tiene su hijo y no deje todo el
peso del conflicto sobre la madre. Por tanto, en algunas ocasiones la
intervención se hace más amplia y compleja de lo que puede parecer en un
principio cuando otras personas, como en este caso integrantes de la familia,
facilitan o pueden hacerse cargo de parte del problema. Por ello, en ocasiones,
la terapia familiar se lleva a cabo sólo con los padres, o con grupos de
padres, para entrenar a éstos en el manejo adecuado de sus hijos y para que
tengan una adecuada implicación emocional con ellos y un comportamiento que
facilite la recuperación de su hijo o hija. (Oblitas, 2010).
Hospital Médica Sur:
Puente de Piedra No. 150. Torre I Consultorio 430 4to. Piso Col. Toriello
Guerra, Tlalpan. C.P. 14050. México, D.F. Tel. 5524-3051.
terapiainfantilyjuvenil.blogspot.mx
No hay comentarios.:
Publicar un comentario