Es frecuente
hablar de promoción y prevención como si fueran una misma cosa, razones de tipo
operacional, administrativo y sobre todo financiero, justifican una
diferenciación.
Los profesionales
que se ocupan de prevenir la enfermedad consideran exitosa su gestión en tanto
logren que los individuos estén exentos de ella. Sin embargo, sabemos que,
además, dichas personas pueden progresar hacia estados de mayor fortaleza
estructural, mayor capacidad funcional y mayores sensaciones subjetivas de
bienestar. Éste es, en esencia, el verdadero sentido de la promoción de la salud,
es decir, tratar de que ésta alcance un nivel óptimo.
La prevención es
relativa a la enfermedad, es decir, enfoca a la salud con una visión negativa;
la promoción, en cambio, se refiere a la salud en un sentido positivo, pues
apunta hacia la vida, el desarrollo y la realización del ser humano.
La prevención
pertenece a ámbitos clínicos y su objetivo es evitar una enfermedad específica;
por ejemplo, una vacuna previene una enfermedad particular o una prueba
diagnóstica trata de detectar de manera temprana una enfermedad. Por el
contrario, la promoción de la salud está más relacionada con los ámbitos
sociales y apunta hacia el bienestar comunitario, estimula la exposición a
factores protectores de la salud y promueve la adopción de estilos de vida
saludables por parte de grupos humanos extensos, por lo cual intenta construir
ambientes en los cuales se faciliten, al máximo, las mejores opciones para la
salud.
Por el contrario,
Gil (1996) señala que los conceptos de promoción de la salud y prevención de la
enfermedad se presentan como dos caras de una misma moneda. Especialmente, en
prevención primaria (prevención de la enfermedad en personas sanas), resultaría
difícil encontrar que una determinada estrategia no favoreciese, al mismo
tiempo, la promoción de la salud y, por otra parte, cualquier intervención
destinada a favorecer ésta no sirviera para prevenir la enfermedad. Por otra
parte, Amigo y Fernández (1998) consideran que la prevención consiste en
aquellas intervenciones dirigidas a reducir o eliminar los comportamientos
riesgosos para el desarrollo de algún tipo de enfermedad, mientras que las
intervenciones referidas a la promoción tienen como objetivo adquirir y
mantener comportamientos saludables y, por consiguiente, mejorar la calidad de
vida. (Oblitas, 2010).
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