Schwarzer y Fuchs
(1999) han comprobado que hacer dieta y controlar el peso son conductas
relacionadas con la salud, las cuales, también están reguladas por las
creencias de autoeficacia. Chambliss y Murray (1979) descubrieron que los
sujetos con sobrepeso respondían al tratamiento conductual cuando tenían un
alto sentido de eficacia y una localización interna de control. Además, que la
autoeficacia opera mejor en conjunto, con los cambios generales del estilo de
vida, lo cual incluye el ejercicio físico y el apoyo social.
Ponerse a dieta
constituye la estrategia más frecuente para lograr el control de peso, y aunque
los resultados son dispares, en general se ha observado que pueden ser
positivos, y que las mayores dificultades se presentan en el periodo de
mantenimiento. De acuerdo con Saldaña y Rosell (1988); y Fernández y Vera
(1996), la probabilidad de mantener la pérdida de peso es más elevada si se
aplican programas de modificación de conducta que con dietas muy restrictivas,
las cuales no consideran los patrones de ingesta y el nivel de actividad de las
personas. Para evitar recaídas se debe incidir sobre otras variables, por
ejemplo, apoyo social, adecuado repertorio de habilidades sociales, actividad
física o deportiva, toma de decisiones a nivel personal, expectativas de logro
y establecimiento de una relación positiva con el terapeuta.
En relación con
el estilo de vida, se ha identificado que el hábito de permanecer mucho tiempo
frente al televisor atenta contra el control de peso. Por cada hora que las
personas se “estacionan” frente al televisor, el riesgo que tienen de sufrir
obesidad aumenta 30%. Un trabajo realizado por Vioque, en Alicante, que
involucró a 1,800 personas mayores de 14 años, descubrió que la mayor tasa de
obesidad en España se registra en esta región, donde 17.1% de los mayores de 15
años tiene un índice de masa corporal igual o superior a los 30 kilos por metro
cuadrado. La información sobre los hábitos y estilos de vida de los voluntarios
se recopiló a través de entrevistas personales. Las conclusiones a las que se
llegó se refieren, por una parte, a la relación entre el tiempo que se dedica
al día a ver la televisión y el riesgo de obesidad (los voluntarios que dedicaban
4 horas o más a esta actividad tenían un riesgo 2.4 veces mayor de estar obesos
que el resto); en segundo lugar, el estudio muestra también una relación
inversa entre las horas de sueño y el sobrepeso (entre los participantes, las
personas obesas declararon dormir menos horas al día). La relación entre ambos
factores se tendría que estudiar más a fondo. Es probable que esté implicado el
poco o mal dormir con el estrés, y éste con la ganancia de peso. (Oblitas,
2010).
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