Se considera que
la practica de la actividad física tiene una gran importancia higiénica
preventiva para el desarrollo armónico del sujeto (niño, adolescente y adulto)
y para el mantenimiento del estado de salud. La práctica de cualquier deporte
conserva siempre un carácter lúdico “y pudiera ser una buena medida preventiva
y terapéutica, ya que conlleva aspectos sociales, lúdicos e incluso bioquímicos
que favorecen el desarrollo de las potencialidades del individuo” (Cevallos,
2000).
Algunos autores
explican la relación positiva entre actividad física y salud psicológica como
mecanismo fisiológico o neurofisiológico, en términos de liberación de hormonas
y neurotransmisores, que repercuten en el mejoramiento psicológico; o como
proceso psicológico, en el que se alcanza una forma de relajación, diversión y
evasión de pensamientos, emociones y conductas desagradables los que son
reemplazados por sensaciones de autosuficiencia, control y competencia
(Sánchez, 1996). Otros, relacionan la práctica sistemática del ejercicio físico
con una sensación acentuada de control sobre sí mismo y de las funciones
corporales, lo que genera una mejor percepción del estado general de bienestar.
En diversos
estudios se considera que el ejercicio distrae o aleja la atención del
individuo de ansiedades de origen cognitivo, produce una sensación de bienestar
corporal, y el consecuente mejoramiento de la autopercepción del cuerpo y la
autoestima (Garnier y Waysfeld, 1995).
En cuanto a la
relación de la actividad física con la salud mental en la infancia, se ha
establecido la mayor probabilidad de permanecer activo el resto de la vida si
en esta edad se consolidan los hábitos de ejercicio, es decir, mejora el estilo
de vida, y con ello, la calidad de vida. Recordemos que la infancia y la
adolescencia son los periodos más importantes de la vida para adquirir hábitos
de vida y comportamientos. Los beneficios se relaciona con el fortalecimiento
moral del niño, como el valor y la decisión para obtener éxitos, resolución de
problemas, la honradez y el buen humor, así como el seguimiento de normas y
reglas de conducta ante el juego y el deporte. De aquí se desprenden otros
beneficios como la formación del carácter, el rendimiento académico y el logro
social, así como la movilidad y la promoción sociales (Sánchez, 1996).
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