lunes, 4 de mayo de 2015

Estrategias para la modificación de hábitos de salud: Cambio de actitud y conducta (1)

            Los investigadores se preguntan hasta qué punto las campañas informativas y la apelación al miedo logran un cambio estable y duradero en la conducta. De acuerdo con Bishop (1994), los resultados en el campo de la salud son dispares; algunos creen haber encontrado una asociación entre cambios de actitudes, creencias y modificación de las conductas de salud, mientras que otros no. Fazio (1989) considera que las actitudes tienen una mayor influencia sobre la conducta cuando fueron adquiridas a través de una experiencia directa, cuando son fácilmente accesibles y relevantes; y tienen interés para la persona. De acuerdo con Fishbein y Azjen (1975), el cambio de actitud tendrá más efecto sobre la conducta cuando es coherente o, al menos, no entra en contradicción con las normas prevalentes.

            La teoría del aprendizaje aplicada al ámbito de la salud sostiene que las conductas saludables son hábitos aprendidos y, por tanto, su adquisición, mantenimiento y modificación están sujetas a los principios del aprendizaje. Con base en este supuesto se ha propuesto la aplicación de los principios y técnicas conductuales para modificar hábitos de salud.

            El análisis funcional de la conducta implica, en primer lugar, especificar y operacionalizar el comportamiento que debe ser modificado: luego, establecer bajo qué condiciones antecedentes (estímulos discriminativos) aparece la conducta no saludable y cuales son las consecuencias (refuerzos) que le siguen y que permiten que se mantenga. Se parte de la premisa que la conducta, como variable dependiente, está en función de las variables independientes, que pueden ser manipuladas por los profesionales con el fin de modificar la conducta perjudicial para la salud.

            Desde los enfoques cognitivo-conductuales se tiene en cuenta, además, las variables internas (cogniciones) entre las que se incluyen lo que las personas se dicen a sí mismas acerca de sus conductas de salud. En este sentido, Meichenbaum (1974) sostiene que el entrenamiento autoinstruccional resulta una estrategia de intervención muy eficaz para el cambio de conducta. Por ejemplo, una persona diabética puede autoinstruirse acerca de los pasos que debe seguir para adoptar la dieta adecuada a su problema de salud.

            Otro planteamiento de quienes reivindican este modelo es cómo mantener en el tiempo los nuevos hábitos saludables adquiridos. En general, para ello se apela a programas de reforzamientos intermitentes, entre los cuales se mencionan como los más resistentes a la extinción los de razón o de intervalo variable. Por último, se espera que las conductas saludables se mantengan por efecto de los reforzadores naturales que provienen de la realización de la actividad misma. Por ejemplo, se tiene la expectativa de que la persona que abandonó el hábito de fumar o de comer excesivamente obtenga gratificación por sentirse mejor (bienestar físico y psicológico), más enérgico, con mayor predisposición a la actividad física, etcétera. (Oblitas, 2010).


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