En general, son
reconocidos los efectos benéficos que para la salud reportan la práctica del
deporte para enaltecer las virtudes educativas-socializadoras tales como el
afán de superación de metas y lucha ante el esfuerzo, la capacidad de cooperar
y trabajar en equipo, fomentar valores y actitudes, maduración personal y de
grupo, participación, empatía, etcétera.
En cuanto a las
distintas facetas de la actividad deportiva, el mayor volumen de investigación se
ha centrado en competencias de alto rendimiento, individual y por equipos, así
como en el deporte infantil y juvenil. De manera progresiva, se ha extendido a
los agentes psicosociales que intervienen en el contexto deportivo, las
diferencias sexuales y transculturales y a la actividad física, tanto
recreativa como terapéutica. Asimismo, se han desarrollado trabajos centrados
cada vez más en la práctica física y deportiva vía de inserción y ajuste
social, y sus aplicaciones a la salud y el bienestar (Cantón, Sánchez-Gombau y
Mayor, 1995; Cantón y Sánchez-Gombau, 1999; Sánchez-Gombau y Cantón, 1999).
Como ocurre en
otras áreas de la psicología, las orientaciones cognitivas sobresalen entre la
diversidad de enfoques teóricos, a tal punto que es frecuente hablar de los
procesos “cognitivo-motivacionales y afectivos” que intervienen en la conducta.
Así pues, el cambio fundamental puede concretarse en la progresiva situación de
los enfoques mecanicistas por las distintas
teorías cognitivas, las cuales
consideran a la persona como un agente que procesa activamente sus desempeños y
logros.
Respecto a los
procesos emocionales, el interés ha sido mayor cuando se ha abordado su
relación con comportamientos no deseables, como el abandono de la práctica o el
deterioro del rendimiento competitivo, entre cuyas causas se destacan, como se
ha dicho, emociones como ansiedad o los distintos tipos de miedos. En un
sentido positivo se han estudiado variables emocionales como el disfrute o la diversión,
especialmente en los niños y jóvenes; la búsqueda de sensaciones, con deportes
de riesgo; y la experiencia de “flujo” que comporta sensaciones de control,
relajación y bienestar, asociadas con especiales niveles de calidad en la
ejecución. (Csikszentmithalyi, 1992).
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