La esquizofrenia consiste en una
mala integración de las diferentes partes del yo. A lo largo de toda la vida se
manifiestan fuerzas que impulsan la integración y también las que facilitan la
fragmentación. Su más profundo origen es somático puesto que las áreas nerviosas
corticales y los núcleos grises mesencefálicos, aunque interrelacionados, están
integrados por numerosas redes funcionales, relativamente autónomas, las cuales
han sido comparadas con los archipiélagos neurológicos. Esta subdivisión
biológica neural se refleja en delicadas tareas realizadas por el yo para
interrelacionar todos sus componentes de manera armónica.
La psicoterapia, el psicoanálisis y
la psiquiatría se interesan por impulsar el análisis del sí mismo, y establecer
con ello relaciones clarificadas entre los núcleos de este complejo
archipiélago. Dicho estudio constituye una tarea profiláctica útil a todos los
adolescentes Al mejorar las relaciones conscientes entre las subestructuras se
gana en tranquilidad y en eficiencia, pues las actividades emocional y
cognitiva dejan de estar escindidas y por ende trabajan con menos
contradicciones.
En algunos casos, de no tenderse los
puentes necesarios entre los integrantes del yo, la lucha entre los componentes
emocionales y los cognitivos producirá comportamientos paralizantes, verdaderos
espasmos de la vida emocional. Entre más escindido está el yo menos capaz es de
auto observación y de auto reconstruirse; de aquí que sea indispensable en
estos casos la ayuda terapéutica. Conforme se fortalece la integración del yo,
ésta va siendo progresivamente más capaz de subsanar por sí mismo sus
deficiencias y de rehacerse por vías cada vez más lógicas y equilibradas.
Debido a la ruptura natural de los
equilibrios de la niñez, que se da durante la adolescencia, la sensación de
confusión por pérdida de parámetros, es común en esta edad. De aquí también el
requerimiento especial de atención y apoyo de parte de los padres, maestros y
orientadores. (Robles, 2012).
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