Un caso frecuente de irrealidad es
el fenómeno llamado en francés déjà vu,
que se da en personas que juran haber estado en lugares a los que están
llegando apenas.
En la vida normal al niño y al
adolescente les agradan los sentimientos de irrealidad en los juegos. Por su
parte los adultos practican desde hace mucho tiempo en las ceremonias
religiosas y en el teatro. Nuestra época está llena de irrealidades que pueden
ser positivas cuando conducen finalmente a un mejor conocimiento de la
realidad, como el cinematógrafo y la televisión, pero que pueden ser nocivos si
la dejan trastocada. Un interjuego limítrofe entre realidad e irrealidad lo
constituye la realidad virtual, generalmente mediante recursos computarizados,
la cual tampoco carece de virtudes y de riesgos. Cualquiera de estos medios
puede provocar en los adolescentes confusión, o bien un mejor conocimiento del
mundo, según sean manejados. En el área emocional pueden provocar catarsis en
el sentido griego, o bien ansiedad o angustia. Una película de terror, por
ejemplo, puede parecer emocionante, pero puede salirse de control y provocar
terrores nocturnos. De aquí que el problema del uso racional de la irrealidad
inducida, dependa de la salud moral de las sociedades, las cuales podrán usar
estos recursos con fines tanto destructivos como constructivos. (Robles, 2012).
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