Robles (2012) menciona que cuando
las tensiones son congruentes con lo cotidiano, se presenta el “estrés” o
tensión normal; pero cuando esta tensión
se prolonga más allá del término de circunstancias difíciles o amenazantes, se
puede pensar que ha comenzado un estado de angustia, o dicho técnicamente un
“trastorno por ansiedad”, mismo que puede ser generalizado y conducir en los
casos severos a ataques de pánico. En dicho trastorno la sensación se hace
crónica y se cae en una disminución aguda de la autoestima, que lleva al sujeto
a sentirse incapaz de afrontar obstáculos.
Al percibir la vida cotidiana como
algo por encima de sus posibilidades, el adolescente vive una tensión
superflua muy desgastante y lesiva.
Algunas de sus causas más frecuentes son la convicción de soledad, la seguridad
de desvalimiento y la sensación de estar impotente ante las amenazas.
Si la angustia progresa se va
produciendo un deterioro progresivo: abandono personal, enfermedad y eventualmente,
la muerte, Cuando las condiciones de desvalimiento u opresión excesiva existen,
lo que se necesita es cambiar estas circunstancias, por ejemplo, intentar
transformar ese ambiente, o si eso no es posible, sacar a los adolescentes de
los ambientes neuróticos o miserables y ubicarlo en ambientes sanos. En muchos
casos, ayudar al adolescente consiste en tratar de capacitarlo para conseguir
un trabajo que le permita satisfacer sus necesidades, y liberarse del ambiente
angustiante.
Hospital Médica Sur:
Puente de Piedra No. 150. Torre I Consultorio 430 4to. Piso
Col. Toriello Guerra,
Tlalpan. C.P. 14050. México, D.F.
Tel. 55-24-30-51. www.terapiainfantilyjuvenil.mx
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