La mayoría
de los padres han tenido que consolar alguna vez a sus hijos después de una
pesadilla. Pero, si su hijo ha tenido alguna vez lo que se conoce como terror
nocturno, experimentó tanto miedo que, por mucho que usted hizo, no hubo forma
de consolarlo.
Un terror
nocturno es un trastorno del sueño que se parece a una pesadilla, con la
salvedad de que es mucho más espectacular. Aunque los terrores nocturnos pueden
asustar bastante a los padres que los presencian, no suelen ser un motivo de
preocupación ni el signo de un problema médico subyacente.
Durante una
noche típica, el sueño pasa por una serie de fases. Cada una de ellas se asocia
a una actividad cerebral particular, y la fase de movimientos oculares rápidos
(MOR o REM en inglés) es cuando tienen lugar la mayoría de sueños.
Los terrores
nocturnos ocurren durante el sueño no REM. A diferencia de las pesadillas (que
ocurren durante el sueño REM), un terror nocturno no es un sueño desde el punto
de vista técnico, sino más probablemente una súbita reacción de miedo que tiene
lugar durante la transición de una fase de sueño a otra.
Los terrores
nocturnos suelen ocurrir de dos a tres horas después de que el niño concilie el
sueño, cuando tiene lugar la transición desde la fase de sueño más profunda no
REM a la más superficial de sueño REM, la etapa en que se producen los sueños.
Por lo general, esta transición sucede con suavidad. Pero en ocasiones el niño
se agita y se asusta —y esa reacción de miedo es el terror nocturno.
Durante un
terror nocturno, un niño puede incorporarse y sentarse en la cama súbitamente y
ponerse a chillar o gritar como si estuviera sumamente angustiado. La
respiración y el ritmo cardíaco se le pueden acelerar, puede empezar a sudar, a
agitarse y a comportarse como si estuviera sumamente alterado y asustado. Al
cabo de unos minutos o algo más, el niño se calma y se vuelve a dormir
plácidamente.
A diferencia
de las pesadillas, que se suelen recordar, al día siguiente los niños no tienen
ningún recuerdo del terror nocturno porque estaban dormidos mientras ocurrió —y
no tienen imágenes mentales que evocar.
José María Rico 121-501. 5to.
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