Los niños y las
niñas no pueden aprender de manera efectiva si temen por su seguridad. Los
jóvenes con problemas –tanto los agresores como sus víctimas—necesitan un
entorno que les apoye para aprender y crecer.
Cada comunidad
escolar debe desarrollar un procedimiento que puedan seguir tanto el alumnado
como el personal del centro a la hora de informar de su preocupación por la
presencia de algún niño o niña de posibles señales de alerta temprana. Por
ejemplo, en muchas escuelas el director o la directora es el primer punto de
contacto. En aquellos casos que no plantean un peligro inmediato, éste o ésta se
pone en contacto con un psicólogo escolar u otro profesional cualificado, que
asume entonces la responsabilidad de tratar aquel problema o preocupación de
inmediato. Si se decide que el problema es serio –pero no plantea un peligro
inminente--, se debe contactar con la familia del niño o la niña en cuestión.
También debe
consultarse a la familia antes de aplicar cualquier tipo de intervención al
pequeño o la pequeña. En aquellos caso en los que se determine que los factores
que están ocasionando o empeorando el comportamiento problemático del alumno o
alumna están relacionados con la propia escuela, ésta debe actuar con rapidez
para modificarlos. (Beane, 2011).
Hospital Médica Sur:
Puente de Piedra No. 150. Torre I Consultorio 430 4to. Piso
Col. Toriello Guerra,
Tlalpan. C.P. 14050. México, D.F.
Tel. 5524-3051. www.terapiainfantilyjuvenil.mx
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