martes, 23 de diciembre de 2014
lunes, 22 de diciembre de 2014
¿Cuáles son las principales enfermedades que puede provocar la sintomatología ansiosa?
Son los
trastornos tiroideos o paratiroideos, la hipoglucemia y diferentes
cardiopatías. Aunque es frecuente no comprobar los niveles de hormonas
tiroideas si no aparecen otros síntomas o antecedentes que puedan hacer pensar
en una patología de tiroides, la práctica más recomendable es realizar siempre
esta determinación de niveles. Para descartar una tiroiodopatía, el paciente
debe someterse únicamente a una simple extracción de sangre, por lo que es poco
justificable excluir esta prueba.
En pacientes
diabéticos pueden producirse descensos de hasta 40 mg/100 ml de glucemia
(glucosa en sangre), suficientes para provocar la aparición de crisis de
pánico. Para descartar que la causa de ansiedad sean estos descensos, debe
determinarse la glucemia, de ser posible durante la crisis. En general, en
cardiopatías como las arritmias y la taquicardia paroxística supraventricular
la frecuencia cardiaca suele ser superior a 140 pulsos por minuto, valor que no
se alcanza durante las auténticas crisis de pánico; por otro lado, la
taquicardia supraventricular no es afectada por la relajación inducida o por
fármacos ansiolíticos, y presenta una electrocardiograma típico. También los
episodios de insuficiencia coronaria pueden confundirse con crisis de pánico
(en este caso el riesgo que entraña en el diagnóstico es evidente).
Otros procesos en
los que se produce la sintomatología ansiosa secundaria son los síndromes de
abstinencia, algunos fármacos, el comienzo de algunas infecciones, la anemia
aguda posthemorrágica, el embolismo pulmonar, la retención urinaria y el cafeísmo.
En la ansiedad
que se presenta ante estímulos fóbicos se encuentran características semejantes
a las que aparecen en las crisis por pánico, tanto en sus aspectos cognitivos
como en los somáticos. Al igual que sucede en los restantes trastornos por
ansiedad, esta vivencia subjetiva se expresa con grandes diferencias
individuales. Algunas de las personas con trastornos fóbicos pueden tener
sensaciones de desrealización o despersonalización, si bien suelen ser breves y
la falta de criterios unívocos para definirlas, hace que sus porcentajes de
incidencia varíen mucho según los autores. Otros enfermos no se caracterizan
tanto por el temor ante amenazas a la propia integridad física como por
sentimientos de vergüenza y de lesión al amor propio (por ejemplo, en las
fobias relacionadas con algún defecto físico, o a hablar en público). El sujeto
que lo padece tiene conciencia de que su miedo es exagerado o irracional,
desproporcionado en relación con el riesgo real que representa el estímulo o la
situación. A pesar de ello, no lo puede controlar mediante la sola voluntad.
Otra
característica fenomenológica de estos trastornos es la intensa tendencia a
escapar de la situación fóbica y a evitarla por todos los medios. Ello puede
conducir a un deterioro significativo en las áreas laboral, social o familiar,
aunque el sujeto llega a desarrollar estratagemas que reducen la reacción
fóbica a límites tolerables (hacerse acompañar por alguien o por un animal,
llevar un bastón, bolsas, etcétera). (Oblitas, L. et al., 2010).
Hospital Médica Sur:
Puente de Piedra No. 150. Torre I Consultorio 430 4to. Piso Col. Toriello
Guerra, Tlalpan. C.P. 14050. México, D.F. Tel. 5524-3051.
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Ansiedad y salud,
Enfermedades que provocan sintomatología ansiosa,
Psicología de la salud y ansiedad,
Signos y síntomas de la ansiedad en psicología de la salud
viernes, 19 de diciembre de 2014
Manifestaciones somáticas de los trastornos de ansiedad
Las
manifestaciones somáticas se destacan entre los signos y síntomas de los
diferentes tipos de ansiedad. El sistema cardiovascular suele presentar
taquicardia, palpitaciones y opresión precordial. El respiratorio, dolores
torácicos que a veces se extienden hacia el brazo izquierdo, así como
sensaciones subjetivas de dificultades respiratorias que pueden llevar a
complicaciones hiperventilatorias, debido a la aceleración de la frecuencia
respiratoria que se produce con la finalidad de compensar la supuesta
insuficiencia. En el sistema gastrointestinal puede producirse tanto sequedad
de la boca como salivación incrementada, espasmos faríngeos o esofágicos,
flatulencia y, alternativamente, diarreas y estreñimientos. Son frecuentes
también los síntomas neurológicos, como dolores y temblores. El aparato
urinario puede presentar poliurias y dolores pelvianos. En la piel se detecta
una intensa sudoración y ruborización. En cada paciente suele predominar
característicamente los síntomas correspondientes a algún o algunos de estos
síntomas. La sintomatología descrita suele estar acompañada por signos como la
inquietud motora. Además, no es rara la elevación transitoria de la tensión
arterial. A nivel bioquímico se destacan elevaciones de cortisol, adrenalina y
noradrenalina en sangre. Las exploraciones físicas complementarias adquieren
una importancia fundamental cuando se formulan hipótesis diagnósticas que hacen
pensar en un posible trastorno por ansiedad, puesto que otras enfermedades se
manifiestan con signos y síntomas muy semejantes, Esta manera de proceder es
especialmente necesaria cuando quienes padecen estas características tienen más
de 35 años, y en los casos donde no hay antecedentes familiares de este tipo de
trastornos. Si no se descartan adecuadamente estas posibles causas ligadas a
condiciones médicas generales, puede condenarse al paciente a recibir
tratamientos ya sea psicológicos o farmacológicos, que, en el mejor de los
casos, serán absolutamente ineficaces, mientras que en otros, producirán
prejuicios importantes que hubieran sido fácilmente evitables mediante
sencillas exploraciones complementarias previas al diagnóstico.
La exploración
física complementaria debe incluir, al menos, un análisis de sangre completo,
análisis de orina, función renal y hepática, pruebas de función tiroidea y un
electrocardiograma. (Oblitas, L. et al., 2010).
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jueves, 18 de diciembre de 2014
Síntomas más frecuentes en las crisis de pánico según Aronson y Logue (1988)
Aturdimiento
|
76.1%
|
Irritabilidad
|
71.7%
|
Nerviosismo
|
71.7%
|
Taquicardia
|
71.7%
|
Disnea
|
65.2%
|
Palpitaciones
|
60.9%
|
Oleadas de calor
|
60.9%
|
Temblor
|
58.7%
|
Desrealización
|
58.7%
|
Miedo a morir
|
58.7%
|
Síntomas depresivos
|
56.5%
|
Hiperventilación
|
56.5%
|
Desmayo
|
56.5%
|
Sensación de volverse loco
|
50.0%
|
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miércoles, 17 de diciembre de 2014
Signos y síntomas en los trastornos de ansiedad
A partir de la
forma en que se manifiestan los síntomas y signos que las caracterizan, es
posible distinguir básicamente dos tipos de ansiedad patológica: una, en la que
la sintomatología aparece de manera súbita, en forma de crisis, y otra en la
que surge de manera más gradual y duradera. En la primera de ellas, el paciente
siente el brusco e intenso temor de que algo malo le va a suceder de modo
inmediato. Tal experiencia subjetiva puede expresarse de diversos modos: miedo
a enloquecer, a marearse y perder el conocimiento o incluso a morir. El temor a
marearse, desmayarse o perder el control de alguna otra manera conlleva el
miedo de que la crisis pueda producirse en circunstancias donde no sea posible
recibir ayuda, o a que otras personas sean testigos de esta situación de
debilidad, lo que puede facilitar el desarrollo de una agorafobia. Otras
personas tienen la desagradable sensación de que algo se ha modificado en su
cuerpo o en el entorno. Junto con este componente cognitivo aparecen síntomas
de activación vegetativa en diferentes sistemas: cardiovascular, respiratorio,
digestivo, muscular, etc., que son interpretados como extremadamente
desagradables y que refuerzan la creencia del sujeto sobre la gravedad de su
situación. La duración de la crisis varía de unos individuos a otros y en uno
mismo en diferentes momentos. En algunos, los periodos entre las crisis son
asintomáticos, mientras que en otros permanece un fondo de ansiedad crónico.
Esta forma de aparecer guarda cierta similitud con la evolución fásica de los
cuadros de depresión mayor, y llama la atención el hecho de que ambos
trastornos responden a un mismo tipo de psicofármacos antidepresivos. (Oblitas,
L. et al., 2010).
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