Son los
trastornos tiroideos o paratiroideos, la hipoglucemia y diferentes
cardiopatías. Aunque es frecuente no comprobar los niveles de hormonas
tiroideas si no aparecen otros síntomas o antecedentes que puedan hacer pensar
en una patología de tiroides, la práctica más recomendable es realizar siempre
esta determinación de niveles. Para descartar una tiroiodopatía, el paciente
debe someterse únicamente a una simple extracción de sangre, por lo que es poco
justificable excluir esta prueba.
En pacientes
diabéticos pueden producirse descensos de hasta 40 mg/100 ml de glucemia
(glucosa en sangre), suficientes para provocar la aparición de crisis de
pánico. Para descartar que la causa de ansiedad sean estos descensos, debe
determinarse la glucemia, de ser posible durante la crisis. En general, en
cardiopatías como las arritmias y la taquicardia paroxística supraventricular
la frecuencia cardiaca suele ser superior a 140 pulsos por minuto, valor que no
se alcanza durante las auténticas crisis de pánico; por otro lado, la
taquicardia supraventricular no es afectada por la relajación inducida o por
fármacos ansiolíticos, y presenta una electrocardiograma típico. También los
episodios de insuficiencia coronaria pueden confundirse con crisis de pánico
(en este caso el riesgo que entraña en el diagnóstico es evidente).
Otros procesos en
los que se produce la sintomatología ansiosa secundaria son los síndromes de
abstinencia, algunos fármacos, el comienzo de algunas infecciones, la anemia
aguda posthemorrágica, el embolismo pulmonar, la retención urinaria y el cafeísmo.
En la ansiedad
que se presenta ante estímulos fóbicos se encuentran características semejantes
a las que aparecen en las crisis por pánico, tanto en sus aspectos cognitivos
como en los somáticos. Al igual que sucede en los restantes trastornos por
ansiedad, esta vivencia subjetiva se expresa con grandes diferencias
individuales. Algunas de las personas con trastornos fóbicos pueden tener
sensaciones de desrealización o despersonalización, si bien suelen ser breves y
la falta de criterios unívocos para definirlas, hace que sus porcentajes de
incidencia varíen mucho según los autores. Otros enfermos no se caracterizan
tanto por el temor ante amenazas a la propia integridad física como por
sentimientos de vergüenza y de lesión al amor propio (por ejemplo, en las
fobias relacionadas con algún defecto físico, o a hablar en público). El sujeto
que lo padece tiene conciencia de que su miedo es exagerado o irracional,
desproporcionado en relación con el riesgo real que representa el estímulo o la
situación. A pesar de ello, no lo puede controlar mediante la sola voluntad.
Otra
característica fenomenológica de estos trastornos es la intensa tendencia a
escapar de la situación fóbica y a evitarla por todos los medios. Ello puede
conducir a un deterioro significativo en las áreas laboral, social o familiar,
aunque el sujeto llega a desarrollar estratagemas que reducen la reacción
fóbica a límites tolerables (hacerse acompañar por alguien o por un animal,
llevar un bastón, bolsas, etcétera). (Oblitas, L. et al., 2010).
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