El reconocimiento corporal,
anatómico y fisiológico, es necesario para la integración del concepto de sí
mismo e indispensable para la formación de la identidad. Como parte de este
conocimiento se encuentran las áreas genitales; dicho conocimiento comienza
desde la niñez, pero en la adolescencia cobra especial importancia debido a la
habilitación de las funciones reproductivas. En esta etapa se hace
indispensable el conocimiento anatómico y fisiológico de sí mismo y del género
opuesto, como preparación necesaria para la posterior vida en pareja y para
completar la nueva identidad de adulto que el adolescente está en proceso de
formar. Reconocerse sexualmente es tan natural como la posterior práctica de la
actividad sexual con que dota la especie a los seres humanos.
Junto con la necesidad del
autoconocimiento se da en el adolescente el impulso erótico heterosexual que evoluciona a partir
del autoerotismo infantil. Este impulso busca descargas suficientemente
satisfactorias, las cuales pueden encontrarse en fantasías eróticas, en
caricias con la pareja, en el baile o en la masturbación, aunque hay un
importante porcentaje de adolescentes que lo busca directamente en el coito. (Robles,
2012).
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