2. CONCIENCIA DE LA PÉRDIDA
A medida que los síntomas y reacciones iniciales pierden
su intensidad (en particular la angustia), y la persona acepta intelectualmente
la nueva situación, comienza esta segunda fase del duelo. Cuando el funeral
termina, y los amigos y conocidos reanudan sus vidas normales, el verdadero
significado de la pérdida golpea con fuerza al superviviente. Es un período
caracterizado por una notable desorganización emocional, con la constante
sensación de estar al borde de una crisis nerviosa y enloquecer. Al disminuir
el nivel de angustia inicial, el dolor comienza a sentirse con mayor
intensidad; en una palabra, la persona se siente peor. Sus características más
importantes son:
Ansiedad de separación
Nerviosismo, protesta y
malestar por la separación, sensación de desasosiego, de inquietud interior por
no ver al ser querido, y que la persona suele expresar con un angustiante ruego
a Dios: “déjame verlo aunque sea 5 segundos, un segundo”. Es uno de los
síntomas más persistentes y angustiantes del duelo, y se asocia a otras
expresiones fenomenológicas de la aflicción.
Estrés prolongado
Aunque los deudos
dispongan de estrategias de afrontamiento efectivas para enfrentar la aflicción
aguda, la situación estresante es intensa y se mantiene, por lo que los efectos
de la activación de los ejes fisiológicos iniciales perduran.
Culpa
Se trata de un sentimiento
común a todo tipo de pérdida, presentándose en dos variedades: (1) Racional o
directamente relacionada con la causa de muerte; se trata de un fenómeno poco
frecuente en el duelo, y (2) Irracional, aquella que pretende explicar lo
sucedido con preguntas del tipo “por qué no hice o dije” y los conocidos
“debería” y “hubiera” de la aflicción: “debí haberle insistido más en que fuera
al médico”, “en que tomase el autobús”, etc. Una estrategia efectiva para
aprender a vivir con este sentimiento, en particular con la culpa la
irracional, es el aceptarla como uno más de los fenómenos que se presentan en
la aflicción, como un síntoma más del duelo.
Rabia, agresividad e intolerancia
Como fenómenos comunes y
naturales en el duelo, suelen crear conflictos con aquellos que rodean al
deudo, pues son emociones no bien toleradas por los demás. La persona puede
estar muy irritable, con un bajo nivel de tolerancia (al ruido, a las personas,
al trabajo diario) y llena de rabia hacia Dios, los médicos, ciertas personas,
una institución, el sistema de justicia o los vecinos; se busca un “cabeza de
turco” o “chivo expiatorio” sobre el cual descargar la frustración, el dolor y
la rabia. Debido a estos sentimientos, los miembros de la familia a veces
olvidan que la perdida de un ser querido no es un problema “entre ellos” sino
“de ellos”, llevando a la ruptura en la comunicación y a la pérdida de la
estructura de soporte familiar.
Rabia (Ira): Es súbita
y no permanente, y dirigida a una persona, objeto, idea, etc.
Rencor: Rabia
mantenida, tiende a alojarse en la persona y está a un paso del odio.
Odio: Es
universal, irracional, afecta al alma y al cuerpo, y es la personificación de
la ausencia de amor.
Comportamiento de búsqueda o de
espera
Relacionado con la
ansiedad de separación y la aceptación incompleta de lo sucedido, esta conducta
es muy frecuente durante el primer año: el deudo tiende a buscar a su familiar
entre la multitud, en el autobús, en el metro, en la calle; los niños más
pequeños buscarán debajo de las camas o en los armarios. En ocasiones, cuando
la persona ve a alguien por detrás, que es muy parecido al fallecido,
puede presentarse el fenómeno conocido como signo del “stop respiratorio”: se
interrumpe la inhalación, el sujeto observa con cuidado, se da cuenta de su
error y vuelve a respirar, acompañado de una sensación de tristeza y decepción.
Por otra parte, se le puede esperar en los lugares conocidos, a la hora que
solía llegar a casa o al trabajo o pasar por un lugar determinado, etc.
Sintiendo la presencia del muerto
Aunque no todos viven este
fenómeno, la presencia del difunto puede todavía ser sentida, ante lo cual el
deudo puede comportarse como si no hubiese ocurrido la pérdida (p.ej., pone la
mesa para dos, prepara su cama, habla con él), o tiende a buscar al muerto en
lugares familiares o esperar su regreso. El sentir, ver, oír u oler al ser
querido muerto suele ser un tema de discusión interminable, pues casi siempre
suelen presentarse posturas encontradas que niegan o afirman una posición u
otra; lo importante no es tanto si es verdad o es mentira, sino lo que éste
fenómeno en particular produzca en aquella que así lo vive; si esto le produce
miedo o pánico, estará indicado buscar ayuda profesional; si, por el contrario,
le da tranquilidad al sentirlo y verse acompañado, entonces dejará de ser un
problema para ella.
Ensoñación
Aunque muchas personas no
recuerdan lo soñado la mañana siguiente, es durante esta fase del duelo que los
sueños son más prolíficos, cambian de contenido o calidad, o pueden hacerse más
frecuentes. Si bien recordar los sueños a la mañana siguiente depende de muchos
factores (p.ej., tiempo transcurrido entre la última comida y el acostarse, uso
de alcohol o medicamentos hipnóticos, despertares superficiales de la noche,
fase del sueño al despertar, etc.), acusar al deudo de su falta de recuerdos
por el nivel de llanto desplazado por este, es, además de injusto y reflejo de
la ignorancia de la razón por la cual se recuerdan o no los sueños, es cruel y
reprime la expresión de sentimientos por parte de éste.
Otras reacciones
Aunque ya no son tan
persistentes, por momentos pueden presentarse incredulidad, cierto grado de
negación, frustración, trastornos del sueño, alivio por una situación
conflictiva o difícil terminada, miedo a la muerte, añoranza y llanto
recurrente.
Hospital Médica Sur:
Puente de Piedra No. 150. Torre I Consultorio 430 4to. Piso
Col. Toriello Guerra,
Tlalpan. C.P. 14050. México, D.F.
Tel. 55-24-30-51. www.terapiainfantilyjuvenil.mx
No hay comentarios.:
Publicar un comentario