lunes, 10 de febrero de 2014

2da. Fase del Duelo

            2. CONCIENCIA DE LA PÉRDIDA

            A medida que los síntomas y reacciones iniciales pierden su intensidad (en particular la angustia), y la persona acepta intelectualmente la nueva situación, comienza esta segunda fase del duelo. Cuando el funeral termina, y los amigos y conocidos reanudan sus vidas normales, el verdadero significado de la pérdida golpea con fuerza al superviviente. Es un período caracterizado por una notable desorganización emocional, con la constante sensación de estar al borde de una crisis nerviosa y enloquecer. Al disminuir el nivel de angustia inicial, el dolor comienza a sentirse con mayor intensidad; en una palabra, la persona se siente peor. Sus características más importantes son:

            Ansiedad de separación

            Nerviosismo, protesta y malestar por la separación, sensación de desasosiego, de inquietud interior por no ver al ser querido, y que la persona suele expresar con un angustiante ruego a Dios: “déjame verlo aunque sea 5 segundos, un segundo”. Es uno de los síntomas más persistentes y angustiantes del duelo, y se asocia a otras expresiones fenomenológicas de la aflicción.


            Estrés prolongado

            Aunque los deudos dispongan de estrategias de afrontamiento efectivas para enfrentar la aflicción aguda, la situación estresante es intensa y se mantiene, por lo que los efectos de la activación de los ejes fisiológicos iniciales perduran.

            Culpa

            Se trata de un sentimiento común a todo tipo de pérdida, presentándose en dos variedades: (1) Racional o directamente relacionada con la causa de muerte; se trata de un fenómeno poco frecuente en el duelo, y (2) Irracional, aquella que pretende explicar lo sucedido con preguntas del tipo “por qué no hice o dije” y los conocidos “debería” y “hubiera” de la aflicción: “debí haberle insistido más en que fuera al médico”, “en que tomase el autobús”, etc. Una estrategia efectiva para aprender a vivir con este sentimiento, en particular con la culpa la irracional, es el aceptarla como uno más de los fenómenos que se presentan en la aflicción, como un síntoma más del duelo.

            Rabia, agresividad e intolerancia

            Como fenómenos comunes y naturales en el duelo, suelen crear conflictos con aquellos que rodean al deudo, pues son emociones no bien toleradas por los demás. La persona puede estar muy irritable, con un bajo nivel de tolerancia (al ruido, a las personas, al trabajo diario) y llena de rabia hacia Dios, los médicos, ciertas personas, una institución, el sistema de justicia o los vecinos; se busca un “cabeza de turco” o “chivo expiatorio” sobre el cual descargar la frustración, el dolor y la rabia. Debido a estos sentimientos, los miembros de la familia a veces olvidan que la perdida de un ser querido no es un problema “entre ellos” sino “de ellos”, llevando a la ruptura en la comunicación y a la pérdida de la estructura de soporte familiar.

Rabia (Ira): Es súbita y no permanente, y dirigida a una persona, objeto, idea, etc.
Rencor: Rabia mantenida, tiende a alojarse en la persona y está a un paso del odio.
Odio: Es universal, irracional, afecta al alma y al cuerpo, y es la personificación de la ausencia de amor.

            Comportamiento de búsqueda o de espera

            Relacionado con la ansiedad de separación y la aceptación incompleta de lo sucedido, esta conducta es muy frecuente durante el primer año: el deudo tiende a buscar a su familiar entre la multitud, en el autobús, en el metro, en la calle; los niños más pequeños buscarán debajo de las camas o en los armarios. En ocasiones, cuando la persona ve a alguien por detrás,  que es muy parecido al fallecido, puede presentarse el fenómeno conocido como signo del “stop respiratorio”: se interrumpe la inhalación, el sujeto observa con cuidado, se da cuenta de su error y vuelve a respirar, acompañado de una sensación de tristeza y decepción. Por otra parte, se le puede esperar en los lugares conocidos, a la hora que solía llegar a casa o al trabajo o pasar por un lugar determinado, etc.

            Sintiendo la presencia del muerto

            Aunque no todos viven este fenómeno, la presencia del difunto puede todavía ser sentida, ante lo cual el deudo puede comportarse como si no hubiese ocurrido la pérdida (p.ej., pone la mesa para dos, prepara su cama, habla con él), o tiende a buscar al muerto en lugares familiares o esperar su regreso. El sentir, ver, oír u oler al ser querido muerto suele ser un tema de discusión interminable, pues casi siempre suelen presentarse posturas encontradas que niegan o afirman una posición u otra; lo importante no es tanto si es verdad o es mentira, sino lo que éste fenómeno en particular produzca en aquella que así lo vive; si esto le produce miedo o pánico, estará indicado buscar ayuda profesional; si, por el contrario, le da tranquilidad al sentirlo y verse acompañado, entonces dejará de ser un problema para ella.

            Ensoñación

            Aunque muchas personas no recuerdan lo soñado la mañana siguiente, es durante esta fase del duelo que los sueños son más prolíficos, cambian de contenido o calidad, o pueden hacerse más frecuentes. Si bien recordar los sueños a la mañana siguiente depende de muchos factores (p.ej., tiempo transcurrido entre la última comida y el acostarse, uso de alcohol o medicamentos hipnóticos, despertares superficiales de la noche, fase del sueño al despertar, etc.), acusar al deudo de su falta de recuerdos por el nivel de llanto desplazado por este, es, además de injusto y reflejo de la ignorancia de la razón por la cual se recuerdan o no los sueños, es cruel y reprime la expresión de sentimientos por parte de éste.

            Otras reacciones


            Aunque ya no son tan persistentes, por momentos pueden presentarse incredulidad, cierto grado de negación, frustración, trastornos del sueño, alivio por una situación conflictiva o difícil terminada, miedo a la muerte, añoranza y llanto recurrente.

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