4. CICATRIZACIÓN
Este período de cicatrización
significa aceptación intelectual y emocional de la pérdida, y un cambio en la
visión del mundo de forma que sea compatible con la nueva realidad y permita a
la persona desarrollar nuevas actividades y madurar. Esto no implica que el
deudo no vuelva a sentir dolor; por el contrario, podrá vivirlo, pero de forma
diferente, sin tanta angustia como al principio, si bien, con períodos de
agudización que le recordarán épocas anteriores. Sus características más
sobresalientes son:
Reconstruir la forma de ser
Es, esencialmente, un
proceso de transformación de "volver a ser" otra persona, que está
lejos de ser completado por el simple hecho de que el individuo haya dejado de
llorar. Para ello, el deudo debe hacer un balance (sopesar) entre los conceptos
previos al fallecimiento, y los actuales, modificados en mayor o menor cuantía
por la tragedia, y utilizar el resultado – ya como “renovados” principios - a
modo de cimientos para la reconstrucción.
Retomar el control de la propia vida
La muerte de un ser querido, entre todas las cosas que
produce en los seres humanos, genera una dolorosa pérdida de control sobre las
cosas y la propia vida. Para muchas personas esta situación es terrible,
desesperante, generadora de pánico. Tomar de nuevo las riendas de la propia
vida es una tarea difícil, llena de incertidumbre y fracasos, a veces asociados
a expectativas poco realistas (metas muy altas) o a la falta de apoyo en la
consecución de las mismas. Una manera sencilla en la cual los deudos pueden dar
los primeros pasos en este proceso es comenzar con su propio cuerpo (p.ej.,
alimentarse bien, reducir hábitos nocivos, hacer ejercicio, dormir de seis a
ocho horas diarias) y sus actividades de la vida diaria (p.ej., estructurar el
día y la semana con actividades diversas, planificar los fines de semana).
Abandono de roles anteriores
La pérdida de un ser
querido es mucho más que la destrucción de un cuerpo: es la pérdida de ese ser,
de lo que él significaba y de lo que aportaba a la relación. En ese dar y recibir,
las personas suelen depositar en el otro ciertas funciones o roles, bien porque
tiene aptitudes para ello o porque así lo deciden. Cuando la muerte termina de
forma abrupta la relación, es inevitable que se produzca cierta resistencia a
su abandono; algunas de ellas cederán a la evidencia con más facilidad que
otras, si bien, ciertos roles pueden tener una capacidad muy grande para
consumirse. Es ahora, como parte del volver a tomar el control de la propia
vida, cuando el deudo debe asumir aquellos papeles que antes cumplía el
fallecido, proceso difícil y no exento de dolor.
Búsqueda de un significado
Encontrarle sentido a lo sucedido no es fácil, a pesar de
lo rápido que surgen las respuestas de la boca de aquellos que desde diferentes
posiciones filosóficas o religiosas aportan sus razones. Debido a que los seres
humanos aprenden de lo que viven, lo único que la experiencia muestra de la
muerte es dolor, angustia, desesperación, tristeza y enojo, y algunas otras
cosas más. Por mucho que se diga que la muerte es sólo un rito de paso, que no
hay porqué tener dolor ni angustiarse, que se va a un lugar mejor, esto no es
más que un acto de fe y no un producto de la experiencia. Ver un enfermo
terminal morir, no es ver la muerte, es asistir a una persona todavía viva que
está muriendo: aprender de su experiencia de muerte sería tanto como
preguntarle, una vez muerto, qué tal fue la muerte para él, y eso no es posible
hoy día desde el método científico. Por ello, buscarle un significado a lo
sucedido es tremendamente complicado. Tal vez, más adelante, a cierta distancia
(en términos psicológicos, existenciales o de tiempo) pueda el deudo darle
respuesta a ese agobiante y desesperante “por qué” de las fases iniciales.
Cerrando el círculo
Como parte del fenómeno de
cicatrización (cerrar la herida), el deudo debe emprender la tarea de
reconstruir su mundo, en sus tres grandes dimensiones (realidad, sentido de
vida y personalidad), logrando con ello completarse como persona con una nueva
dimensión del Sí mismo.
Perdonando y olvidando
Esta fase es esencialmente
un proceso de aceptación, tanto de la muerte como de los cambios generados por
ésta, de las propias falencias, errores del pasado, personalidad del fallecido,
viejas heridas, sensación de injusticia (real o fantaseada) y de lo que ya no
puede ser. El perdón y el olvido son parte primordial de esta aceptación
adaptativa.
Otras reacciones
Disminución gradual de los
efectos del estrés prolongado y un aumento de la energía física y emocional; se
restaura el patrón de sueño normal.
Hospital Médica Sur:
Puente de Piedra No. 150. Torre I Consultorio 430 4to. Piso
Col. Toriello Guerra,
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Tel. 55-24-30-51. www.terapiainfantilyjuvenil.mx
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