martes, 11 de febrero de 2014

3ra. Fase del Duelo

            3. CONSERVACIÓN-AISLAMIENTO

            Esta fase es experimentada por muchos como "el peor período de todo el proceso del duelo", pues es durante ésta que la aflicción se asemeja más a una depresión (ya como trastorno psiquiátrico) o a una enfermedad general. De forma muy característica, y relacionado en parte con el desconocimiento general del proceso del duelo, la relación muerte-aflicción al final del año se pierde, y la mayoría de las personas no relacionan una cosa con la otra. Por ello, esa “nueva” sensación de tristeza es vivida por muchos como un cuadro depresivo aislado.

            Sin olvidar que cada persona elabora su pena según su propio tiempo y estilo, este momento se presenta, en promedio, al cabo de 8-10 meses. Sus características más importantes son:

            Aislamiento

            La persona prefiere descansar y estar sola por momentos no muy largos, a oscuras y en su habitación. Su cuerpo le pide reposo, está débil y se siente fatigado por tantos meses de estrés. Las personas "molestan" de forma temporal al deudo y busca aislarse.

            Impaciencia

            Después de tanto sufrimiento, puede llegar un momento en el que el deudo dude de su propia capacidad de recuperación y sienta que debe hacer algo útil y provechoso que le permita salir lo más rápidamente posible de su estado de duelo. En la práctica, los deudos hacen referencia a esta situación con comentarios como que se está “cansado de tanto dolor”, "que no lo han hecho bien", "que no pueden con ello", etc.

            Repaso obsesivo

            De forma característica, durante esta época la persona empieza a hacer un repaso global de lo sucedido: los hechos en sí, la comunicación de las malas noticias, personas que le han acompañado este tiempo, efectos de la pérdida sobre el propio mundo, situación actual, etc. Este repaso puede ser sólo parcial, referido a un hecho en particular o a varios, y muy reiterativo a los largo de los meses siguientes. Este ejercicio es generalmente mental y pocas veces es comunicado a los demás; para ello, el deudo se aísla por momentos o parece distraído.

            Apoyo social disminuido

            Durante este período, el deudo ya encuentra poco eco a su dolor, tristeza y sensación de vacío, y la gente le tacha de “depresivo”, de “débil”, de “cansón”, de no estar “haciendo nada para recuperarse”, asumiendo que “ya debería estar bien”. La pérdida del apoyo social es ahora vivida con mayor intensidad.

            Necesidad de sueño

            Tras varios meses de estrés, de manejar tantas cosas al mismo tiempo (las propias de la pérdida y las asociadas a ella), la persona está agotada, física y mentalmente, y su mente le pide también reposo, alivio que obtiene con el sueño; por ello, la persona sentirá más deseos de dormir, por más horas, o en dosis fraccionadas. A veces, esto es vivido por el deudo (y por otros) como una forma de “evadir la realidad”, cuando en realidad es una necesidad fisiológica muy natural en la aflicción.

            Otras reacciones

            Desesperación (muy relacionada con la impaciencia y la aceptación emocional de la pérdida), desamparo (en consonancia con el apoyo social diminuido), impotencia (confirmación definitiva de la incapacidad para modificar lo sucedido) e irritabilidad (cualquier cosa que implique un gasto de energía –energía que no es utilizada en sí mismo- exaspera al doliente).
 

            Estas tres primeras etapas configuran lo que muchos teóricos del duelo llaman la “fase aguda” de la aflicción (la cual abarca, en general, el primer año). Hasta este momento, lo que el deudo debe hacer, desde la óptica del trabajo de congoja, es expresar lo que siente, trabajar con la emoción más que con la razón, y resolver problemas prácticos instrumentales (domiciliarios, legales, personales). No es el momento de reconstruir, sólo de sentir. Hasta este momento la vida del duedo es "dominada" por el muerto (su vida gira en torno suyo), no obstante, en algún lugar determinado de ese doloroso viaje de la aflicción, el doliente retoma la postura de pensar primero en él desde todos los ángulos o dimensiones de su vivir, piensa ya en términos de reconstrucción, de gobernar su propia vida. Se inicia pues la “fase crónica” de la aflicción, con los siguientes dos períodos del proceso.

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