El ello conserva su carácter
infantil durante toda la vida. No puede tolerar la tensión y exige una
gratificación inmediata. Es exigente, impulsivo, irracional, asocial, egoísta y
amante del placer.
Freud habla del ello como si fuera la
verdadera realidad psíquica. Lo considera la realidad subjetiva primordial, el
mundo interior que existe antes de que el individuo haya tenido experiencia del
mundo exterior.
El
ello es el niño malcriado de la personalidad. Es omnipotente porque posee el poder
mágico de realizar sus deseos mediante la imaginación, la fantasía, las
alucinaciones y los sueños. Se le llama oceánico, porque, como el mar, lo
contiene todo. No reconoce nada exterior a sí mismo. El ello es el mundo de
realidad subjetiva en la que la búsqueda del placer y la evitación del dolor
son sus únicas actividades que importan.
Freud reconoce que el ello es la
parte oscura e inaccesible de la personalidad y que lo poco que se sabe de él
se ha aprendido del estudio de los sueños y los síntomas neuróticos. Podemos
ver al ello en acción cada vez que una persona hace algo impulsivo. El ello no
piensa; sólo desea o actúa.
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