El superyó es la rama moral o judicial de la personalidad. Es el código moral de la persona. Representa lo ideal más bien que lo real; pugna por la perfección antes que por el placer o la realidad. Se desarrolla desde el yo como una consecuencia de la asimilación por parte del niño, de las normas paternas respecto a lo que es bueno y virtuoso y lo que es malo y pecaminoso. La autoridad de los padres es remplazada por su propia autoridad interior.
La internalización de la autoridad paterna le permite al niño controlar su comportamiento según los deseos de sus padres, y al hacerlo se asegura de su aprobación y evita su disgusto. El niño aprende que no solo tiene que obedecer el principio de realidad para obtener el placer y evitar el dolor, sino que también tiene que tratar de comportarse de acuerdo con los dictados morales de sus padres.
Si la acción está de acuerdo con las normas éticas del superyó, se recompensa al yo. Un pensamiento vale lo mismo que un hecho a los ojos del superyó. En esto el superyó se parece al ello que tampoco hace distinciones entre los subjetivo y lo objetivo, lo cual explica por qué una persona que vive una vida virtuosa puede no obstante sufrir las torturas de la consciencia moral. El superyó castiga al yo por tener malos pensamientos aunque estos no se traduzcan en acciones.
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