El establecimiento de relaciones
humanas es fundamental para el desarrollo normal de la vida del adolescente. La
falta de estas relaciones por ensimismamiento de los padres, por lejanía de los
parientes, por carencia de amistades de parecida edad, por aislamiento
geográfico, etc. produce importantes lagunas en el desarrollo tanto
cognoscitivo como emocional y puede tener diversas manifestaciones, tales como
la tendencia al aislamiento, melancolía, tensión ante contactos sociales,
depresión o baja autoestima. Cuando se produce en la niñez seguirá operando
durante la adolescencia y si no se dan correctores naturales tales como cambio
de ambiente familiar, escolar o social, o correctores intencionales, como
estudio específico de este tipo de problemas o asistencia a psicoterapias,
entonces los efectos del retraso social seguirán operando de modo importante
durante el resto de la vida.
Se produce así lo que se conoce como
“detención del desarrollo” (Agustín Palacios), “adolescencia prolongada” (Peter
Blos) o “ineptitud emocional” (Daniel Goleman). La señal que indica que sí ha
habido subdesarrollo relacional es la disminución de la alegría de vivir y de
la fortaleza para enfrentar dificultades. (Robles 2011).
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