Por supuesto que sí; de hecho muchos
adultos la han llamado “la edad de la punzada”, “época de crisis”, “edad
ingrata”, etc. A la infancia se le percibe como un período de armonía mientras
que a la adolescencia se le percibe como el periodo de mal humor,
inestabilidad, un periodo difícil de vivir. Sin embargo no necesariamente es
así; en cada edad de la vida se atraviesa por una “crisis”, la cual no es una
catástrofe que hace borrón y cuenta nueva de las etapas anteriores, sino una
adaptación a la siguiente etapa.
Desde el nacimiento hasta la muerte,
cada ser humano realiza un largo proceso de transformación. De modo que el
proceso de maduración es permanente. Cada ser humano pasa por una serie de
etapas de desarrollo. Cada etapa representa una tarea psíquica definida y
concluye precisamente con una crisis específica.
El término “crisis de adolescencia”
en realidad es una crisis de relación puesto que el adulto se niega a
tomar en cuenta al Otro, al adolescente, en su singularidad y su riqueza; se
niega a reconocer que tiene una plena capacidad sexual, un pensamiento propio,
unas aspiraciones particulares. Que esta fase de vida sea tranquila y no
conflictiva depende antes que nada del cuerpo social. No existe determinismo biológico,
ni fatalidad de la crisis, sino circunstancias socioculturales que favorecen
una u otra orientación en el proceso de adolescencia.
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