El daño psicológico se refiere, por
un lado, a las lesiones psíquicas
producidas por un delito violento, que, en algunos casos, pueden remitir con el
paso del tiempo, el apoyo social o a un tratamiento psicológico adecuado; y,
por otro, a las secuelas emocionales
que persisten en la persona de forma crónica como consecuencia del suceso
sufrido y que interfieren negativamente en su vida cotidiana.
En uno y en otro caso el daño
psíquico es la consecuencia de un suceso negativo que desborda la capacidad de
afrontamiento y de adaptación de la víctima a la nueva situación (Pynoos,
Sorenson y Steinberg, 1993).
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