La salida de la juventud para la
mayoría de las disciplinas científicas, sólo se abandona este estado cuando se
accede a la responsabilidad social al vivir con una pareja duradera y a la
autonomía financiera al tener un trabajo estable (lo que antes ocurría entre
los 20 y 25 años, ahora ocurre alrededor de los 25, 30-35 años). Para algunos
autores lo que determina realmente el paso hacia la edad adulta es más bien el
hecho de volverse padre a su vez.
Fize (2007) refiere que actualmente
con la prolongación del estado de juventud y la aparición de edades intermedias
(entre los 25 y los 30-35 años) surgen nuevas situaciones de vida que dan lugar
a status de
semilibertad/semidependencia, en los que se es todavía “joven” en algunos aspectos y “adulto”
en otros aspectos, porque se tiene cierta responsabilidad profesional, incluso
familiar.
Estos “estatus” resultan ser incómodos
y a veces devaluadores porque no es cómodo seguir dependiendo de sus padres a
una edad de juventud “avanzada”. Es por esto que se da el fenómeno de los
jóvenes coinquilinos, que comparten los gastos y a veces también el peso de la
soledad moderna. La transición hacia el mundo adulto se hace hoy de manera
progresiva, caótica, lo que, en última instancia, acaba por poner en tela de
juicio la noción misma de “adulto”.
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