ü Cuando alguien arrastra
antecedentes de problemas con la disciplina. Los problemas
crónicos de comportamiento y disciplina, tanto en la escuela como en casa,
pueden indicar una desatención de necesidades emocionales subyacentes. Éstas
pueden manifestarse a través de conductas impulsivas y agresivas. Todos estos
problemas pueden sentar la base para que el niño o la niña vulnere las normas y
las reglas, desafíe a la autoridad, se desentienda de la escuela y siga
comportándose de forma agresiva hacia otros niños y niñas, y hacia las personas
adultas.
ü Cuando alguien arrastra
antecedentes de conducta violenta y agresiva. Si no
se les facilita apoyo y orientación, es probable que el niño o el joven que
tenga ya antecedentes de comportamientos agresivos o violentos reincida en
ellos. Esos actos violentos y agresivos pueden ir dirigidos hacia otros
individuos o expresarse en forma de crueldad con los animales o, incluso, de
afición a provocar incendios. Las personas jóvenes que, ya a una edad temprana,
muestran una pauta de conducta antisocial frecuente y en escenarios múltiples
tienen un riesgo mas acusado de comportarse de forma agresiva y antisocial en
el futuro. Del mismo modo, las personas jóvenes que manifiestan conductas
abiertas de acoso, agresión y desafío generalizados, u otras más encubiertas
como robos, vandalismo, mentiras, trampas o provocación de incendios, también
son proclives a ir agravando su conducta agresiva con el tiempo. Las
investigaciones sugieren que la edad de inicio puede ser un factor clave a la
hora de interpretar las señales de advertencia precoces. Por ejemplo, los niños
y las niñas que cometen agresiones o abusan de las drogas a edades tempranas (antes
de los doce años) tienen muchas más probabilidades de evidenciar unas conducta
violenta posterior, que los que empiezan con tales prácticas a partir de una
edad más avanzada. En presencia de tales señales, es importante estudiar el
historial del pequeño o la pequeña junto a expertos o expertas en materia de
conducta y tratar de obtener las opiniones e ideas de los padres y las madres.
Estas son algunas
de las primeras señales que pueden ser
mostradas tanto por los bullies como por sus víctimas (Dwywe, Osher y Warger, 1998).
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