Este es uno de
los diez principios fundamentales sobre el acoso escolar. Se describe al
bullying como aquellos casos en los que “uno o más individuos abusan física,
verbal o emocionalmente de otros, lo cual incluye también la amenaza de daños
corporales, la posesión de armas, la extorsión, la violación de los derechos
civiles, las agresiones con lesiones, la actividad de las bandas y los intentos
(fallidos o no) de asesinato”.
Lo cierto es que,
tanto para los niños como las niñas que estudian en educación primaria o el
primer tramo de secundaria, la forma más habitual de acoso es la burla o broma.
Pero su segunda manifestación más frecuente son los abusos físicos (en el caso
de los niños) y el ostracismo social (en el de las niñas) (Hoover y Oliver,
1996). La mayoría de los investigadores consideran que el acoso implica un
desequilibrio de poder físico o psicológico por el que el acosador o acosadora
es más fuerte que la víctima (o, cuando menos, es percibido por ésta como tal)
(Beane, 2006).
Según la National
Association of School Psychologists (Asociación Nacional de Psicólogos
Escolares), o NASP, aproximadamente uno de cada siete escolares es un bully (un acosador o una acosadora) o
una víctima de sus intimidaciones y el problema afecta directamente a unos
cinco millones de estudiantes de primaria y de primeros cursos de secundaria en
Estados Unidos. El 22% de los alumnos y alumnas de cuarto de primaria a segundo de secundaria alegan tener dificultades
académicas achacables al acoso que reciben de sus iguales. (Beane, 2006).
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