UNA MANZANA, UNA
PERA, UNA CIRUELA Y UNA CEREZA
Había una vez
un niño que vivía en un pueblo llamado “TODO EL TIEMPO”. Cuando tenía 5 años, fue a la escuela. En
vacaciones jugaba con sus amigos. Le gustaban las vacaciones. Le gustaban sus
amigos. Le gustaba su escuela.
Pero cuando
tenía siete años, ya no le gustaba la escuela. Cuando llegó a los 8 años, ya no
le caían bien algunos de sus amigos, y cuando cumplió 9 años ya tampoco
disfrutaba del verano.
Un día verde y
dorado se fue a caminar. Poco a poco llegó a un bosque y se internó en el. Allí
se sentó en la sombra y miró hacia la luz del sol. Todos los días regresaba al
bosque.
Un día
mientras el niño estaba sentado en el bosque, un viejo caminó frente a él.
“Niño” le
dijo, “¿porqué estás sentado allí en lo oscuro?”, - “porque soy muy infeliz”,
respondió.
“Ya veo”,
respondió el viejo, y se sentó junto al niño. “¿Porqué te sientes tan
infeliz?”; - “No estoy contento porque soy tonto” dijo enojado el niño. “¿Y
cómo sabes que eres tonto?”.
El niño miró
el cielo y suspirando respondió: - “Lo sé porque mi hermana pequeña puede leer
libros que yo no puedo leer. Mis amigos pueden resolver problemas que yo no
puedo resolver. Mi maestra me deja actividades que no puedo terminar. Por eso
lo sé”.
“Comprendo”,
dijo el viejo. “¿Y tu vida siempre ha sido así?”.
El niño
reflexionó por un momento y dijo: - “No, cuando tenía 6 años estaba contento la
mayor parte del tiempo. Cuando tenía 7 años estaba contento parte del tiempo y
cuando tenía 8 años nada más estaba contento un ratito”.
“Ahora tienes
9 años y ¿No eres feliz para nada?”.
- “No soy
feliz. Mis amigos se burlan de mi, me ponen apodos y yo me enojo y les pego,
porque en el fondo dicen la verdad”.
El viejo se
levantó y dijo: “Ven, camina conmigo”. Le dio la mano y se alejaron del bosque.
El camino los guió a una granja. El viejo se detuvo y le preguntó: ¿Qué tipos
de árboles vez aquí?”.
El niño miró
los árboles y respondió rápidamente: - “Veo árboles de cereza, de ciruelas, de
manzanas y de peras”.
“¿Y cuál es el
mejor?, preguntó el viejo. El niño le dijo: - “A mí me gusta…”
“No”, lo
detuvo el viejo, no te pregunté cuál árbol te gusta más. Te pregunté cual árbol
es EL MEJOR”.
El niño pensó
en los árboles. – “Ninguno es el mejor”. El viejo dejó de sonreír. “Pero las
cerezas y las ciruelas llegan primero. Las manzanas y las peras vienen más
tarde en el año. ¿No son mejores las cerezas y las ciruelas?”.
Entonces el
niño se dio cuenta que el viejo lo estaba poniendo a prueba. – “No señor, todos
son hermosos en primavera, todos nos dan sombra en el verano y nos dan
deliciosos frutos para comer”.
“Pero el
manzano es más lento, ¿no es eso muy malo?”, preguntó el viejo. – “No, así son
los manzanos y son maravillosos”, contestó convencido el niño.
El viejo le sonrió.
“Has aprendido algo esencial hoy”. – “¿Qué cosa?”, preguntó ansiosamente el
niño. “Yo no te lo puedo decir sino que es algo que tú mismo debes descubrir”.
Dicho esto, se fue.
El niño se
quedó mirando a los árboles y finalmente, una enorme sonrisa le iluminó el
rostro.
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