Este es uno de
los diez principios fundamentales sobre el acoso escolar. En general, se sabe
menos sobre las víctimas que sobre los bullies.
A los niños y a las niñas se les “victimiza” muchas veces por su aspecto
físico, sus gestos, o simplemente porque no encajan. De hecho, este último (el
de “no encajar”) es, según un estudio, el motivo alegado con más frecuencia por
el que un niño o una niña sufre abuso de sus iguales (Hoover y Oliver, 1996).
Los pequeños y las pequeñas con algún tipo de discapacidad o afección crónica
son destinatarios habituales del acoso. También son víctimas comunes los hijos
y las hijas de madres y padres sobreprotectores o dominantes.
La mayoría de las victimas son, o bien pasivas (ansiosas,
inseguras, etc.) o bien provocadoras
(irascibles, impacientes, etc.). Estas últimas corren también el riesgo de
convertirse, a su vez, en acosadoras. Ahora bien, algunos de los pequeños que
son víctimas de los acosadores no se ajustan a ninguna de esas dos categorías:
los niños y las niñas de más talento o popularidad pueden ser también víctimas.
Algunos compañeros o compañeros suyos los consideran unos “barberos” de los
maestros y deciden atormentarlos para que cambien su comportamiento. Ni que decir
que esta clase de acoso está posiblemente basada en los celos o la envidia.
Las
investigaciones realizadas muestran que los niños y las niñas que son víctimas
frecuentes de acoso son los que tienen una mayor probabilidad de “recompensar”
a los bullies física o emocionalmente
(dándoles el dinero que llevan para su almuerzo, por ejemplo, o rompiendo fácilmente
a llorar) y los que menos dispuestos se muestran a contraatacarles.
A corto plazo, es
posible que las víctimas tengan miedo y se sientan solas, y traten a menudo de
evitar aquellas situaciones en las que pueden ser acosadas. A largo plazo, los
niños y las niñas “victimizados” empiezan a perder autoestima o a considerarse
inferiores y su rendimiento académico se resiente. Los hay que acaban creyendo
que se merecen los abusos, un fenómeno también conocido en víctimas de abusos
domésticos. Con el tiempo, una persona acosada puede desarrollar una mentalidad
de víctima que se convierta en un rasgo permanente de su psique. Este tipo de
víctimas precisa de la ayuda de un terapeuta u orientador profesional.
Los niños y las
niñas que son objeto de acoso se enfrentan también a un mayor riesgo de
depresiones y suicidios que sus otros compañeros y compañeras. Pueden llegar
incluso a contemplar el suicidio como única vía de escape (Beane, 2006).
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