La lesión psíquica se refiere a una
alteración clínica aguda que sufre una persona como consecuencia de haber
sufrido un delito violento y que le incapacita significativamente para hacer
frente a los requerimientos de la vida ordinaria a nivel personal, laboral,
familiar o social. Este concepto de lesión
psíquica, que es medible por medio de los instrumentos de evaluación
adecuados, ha sustituido al de daño moral,
que es un concepto más impreciso, subjetivo y que implica una percepción
personal más de prejuicio a los bienes inmateriales del honor o de la libertad
que de sufrimiento psíquico propiamente dicho (Echeburúa et al. 2000).
Las lesiones psíquicas más
frecuentes son los trastornos adaptativos (con estado de ánimo deprimido o
ansioso), el trastorno de estrés postraumático o la descompensación de una personalidad
anómala. Más en concreto, a un nivel cognitivo, la víctima puede sentirse
confusa y tener dificultades para tomar decisiones, con una percepción profunda
de indefensión (de estar a merced de todo tipo de peligros) y de
incontrolabilidad (de carecer de control de su propia vida y su futuro); a
nivel psicofisiológico, puede experimentar sobresaltos continuos; y, por
último, a nivel conductual, puede mostrarse apática y con dificultades para
retomar la vida cotidiana (Acierno, Kilpatrick y Resnick, 1999).