En los tiempos del Imperio Romano,
se llamaba histrión a la persona que se ganaba la vida como mimo, o que se
dedicaba a hacer comedia, o en general, que preparaba escenificaciones para
divertir o impresionar a un público. Usando esa referencia, la psiquiatría
moderna denomina comportamiento histriónico a aquel que conlleva el propósito
de lograr efectos deseados ante la gente mediante escenificaciones diversas.
En términos coloquiales y ubicados
en la vida normal, se denomina este hecho como “hacer teatro”, generalmente
para conseguir lo que se conoce como “ganancias secundarias”, es decir, para
poder alcanzar objetivos que son deseados por el protagonista de ese teatro.
Se trata de exageraciones o
abultamientos de ciertos hechos, con el propósito de impresionar a los demás.
Este tipo de actuación es normal y benigna y está al servicio del desarrollo y
todos, niños, adolescentes o adultos, recurren de una u otra manera a él para conseguir
sus objetivos. (Blos 1991).
A veces cumple funciones vitales
como cuando un adolescente ha carecido del afecto de sus padres, comete faltas
intencionales para llamar la atención.
Desde el punto de vista
psicoanalítico el histrionismo es un lenguaje de acciones, que se usa en lugar
del lenguaje verbal. En este sentido tiene relación con el acting out. Este lenguaje de acciones lo usa de manera normal el
niño pequeño para resolver sus problemas de relación; poco a poco va combinando
las acciones con el lenguaje verbal. Cuando hay retraso en el desarrollo
lingüístico, el lenguaje de acciones predomina. También cuando el niño es
reprimido por sus padres en sus manifestaciones, persiste el lenguaje de
acciones como recurso expresivo y como intento de conseguir por medios no
verbales lo que se le niega cuando habla. Si también de ese modo se le niega lo
que necesita, entonces el niño o el adolescente, en su caso, puede caer en
depresión o tener otro tipo de manifestaciones neuróticas. (Robles 2011).
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