La vida emocional del adolescente es
extremadamente rica e intensa, pero está en proceso de organización. Ésta puede
irse alcanzando empíricamente; es decir, solamente a través de la escuela de la
vida; pero cuando ello ocurre así existe el riesgo de organización incompleta,
tardía y defectuosa. En cambio, con el apoyo inteligente de padres y maestros y
con el estudio adecuadamente dirigido de las ciencias del comportamiento, las
nuevas integraciones tienen las perspectivas de ser mucho más ricas,
funcionales y maduras.
El aprendizaje de relaciones humanas
solidarias durante la adolescencia es algo que debe ser aprendido;
desgraciadamente en muchísimos casos el adolescente no cuenta ni con el apoyo,
ni con los ejemplos suficientes para orientarse correctamente. Guiado
exclusivamente por su intuición, puede desviarse hacia el establecimiento de
relaciones destructivas, lo que implica comportamientos patológicos que
conducirán a infelicidad personal y a matrimonios desdichados o a dolorosas
separaciones.
La desviación del sentido natural de
la emocionalidad produce destructividad. Una emocionalidad debe ser considerada
sana en tanto contribuye a preservar la salud propia y contribuye de alguna
manera a los demás. El caso contrario se produce cuando se daña al propio actor
de la conducta y se lesiona de algún modo a los otros.
Hospital Médica Sur:
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