martes, 13 de mayo de 2014

Relaciones destructivas de pareja en jóvenes

            Las relaciones destructivas de pareja se establecen a partir del deseo de uno de controlar las actividades del otro; para conseguirlo recurre a intentar demoler al compañero con críticas injustificadas y continuas. En nuestro tiempo son los varones los que padecen principalmente de esta patología: quieren que se les obedezca, que se haga todo lo que piden, que la pareja reaccione como ellos quieren, con una posesividad irracional y lesiva. Se trata muy frecuentemente del temor acomplejado de parecer inferior y de la incapacidad de comportarse dentro de un terreno de igualdad de derechos.

            La respuesta de parte de la mujer puede ser la sumisión depresiva o la ruptura completa. Estos mecanismos se encuentran en el fondo de muchas parejas mal avenidas: lo practican los padres que odian, y también se localiza, en la esfera social, entre grupos que tienen propósitos incompatibles. La misoginia; es decir, el odio hacia las mujeres a quienes se dice amar, es un caso de relaciones destructivas, sumamente extendido en México, por lo que constituyen no solamente un problema de salud mental, sino de estructura social, y está en la base de la violencia intrafamiliar.

            El misógino quiere hacer aparecer a su pareja como la causante de todos sus problemas, aunque las causas verdaderas estén ubicadas en él mismo. El narcisismo esquizoide, que es causante de celos enfermizos, es una forma bastante extendida de misoginia, y su verdadero propósito no es conservar el amor de la compañera, sino vulnerar su calidad humana para someterla a un trato tiránico.

            El celoso entabla una lucha absurda con todas las figuras masculinas que están cerca de su esposa: vecinos, parientes, compañeros de trabajo, etc. Esta lucha irracional, supuestamente para conservar el amor de su pareja, se manifiesta en reproches, regaños, a veces insultos, y en prohibiciones absurdas. Suele darse el caso de varones que aún durante el noviazgo, prohíben a su pareja desplazarse libremente en la población, hablar y aún mirar a otros jóvenes. Platicar o convivir con los demás les parece escandaloso, desde su enfermo punto de vista.

            Es claro que esta psicopatía en nada contribuye a consolidar los vínculos sino por el contrario conduce necesariamente a su aflojamiento y posterior disolución. Ya dentro del matrimonio, la manifestación de celos, o bien conduce al divorcio por reacción de la mujer, o bien genera en toda la familia un clima de tensión malsana, creada artificialmente por la irracionalidad del celoso. (Robles, 2011).

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