Lazarus y Folkman (1986) definen el estrés cono “una relación
particular entre el individuo y el entorno que es evaluado por éste como
amenazante o desbordante de sus recursos y que pone en peligro su bienestar”.
La clave de la psicología del estrés son los “actos de evaluación cognitiva”
que determinan el valor de la amenaza. Lazarus distingue tres tipos de evaluación:
la primaria, la secundaria y la reevaluación. La evaluación primaria, que se
centra en la situación, se produce en cada encuentro o transacción con algún
tipo de demanda externa o interna. Aquí intervienen como modalidades de
evaluación, a saber: 1) amenaza: la anticipación de un daño posible; 2)
daño/pérdida: son los resultados de esa amenaza; 3) desafío: es la valoración
de la situación que hace el sujeto que conlleva resultados inciertos y 4)
beneficio: es una valoración positiva que no induciría a estrés. Las tres
primeras formas permiten sendos tipos de estrés (de amenaza, pérdida o
desafío).
La evaluación
secundaria ocurre posteriormente a la primera y se centra en la valoración de
la propia eficacia que tendrían las medidas que adopte para hacer frente a la
situación. Se trata de los recursos de “afrontamiento” o habilidades de coping, que incluyen los recursos
físicos (salud y energía). Finalmente la reevaluación son los procesos de feedback que ocurren durante el proceso
de interacción entre el individuo y las demandas, que permite reconocer las
correcciones necesarias, al asimilar nuevas informaciones o cambios de la
situación que determinará los respectivos cambios de conducta.
Una vez que se ha
realizado la acción evaluativa, las manifestaciones de estrés van a ocurrir en
la medida de la eficacia que tengan las actuaciones que ponga en marcha el
sujeto para hacer frente a la amenaza. A esas acciones se les denomina
“estrategias de afrontamiento”, o coping.
Por afrontamiento se entiende, específicamente “aquellos esfuerzos cognitivos y
conductuales constantemente cambiantes que se desarrollan para manejar las
demandas específicas externas y/o internas que son evaluadas como excedentes o
desbordantes de los recursos del individuo” (Lazarus et al., 1986). Se trata, pues, de conductas dirigidas a dominar,
tolerar, reducir o minimizar las demandas excesivas que amenazan al sujeto,
Este concepto se diferencia de otros planteamientos, pues considera que el afrontamiento
es un proceso diferentes de las conductas adaptativas automatizadas, que pone
el acento en los “esfuerzos” más que en los resultados y que busca “manejar”
las situaciones estresantes. (Oblitas, L. et
al., 2010).
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