martes, 23 de septiembre de 2014

Teoría fisiológica del estrés como respuesta

            La teoría fisiológica desarrollada por Selye (1960, 1975). Este autor ha definido al estrés como la respuesta inespecífica del organismo ante la demanda de un agente nocivo (estresor o alarmador) que atenta contra el equilibrio homeostático del organismo (Cannon, 1932). Es pues, una respuesta orgánica normal ante situaciones de peligro. En esas circunstancias,  el organismo se prepara para combatir o huir (fight or flight), mediante la secreción de sustancias como la adrenalina, producida por las glándulas suprarrenales (ubicadas en el extremo superior de los riñones). Esta sustancia se disemina por toda la sangre y es percibida por receptores especiales en distintos lugares del organismo, que responden para prepararse para la acción. En estas circunstancias, el corazón late más fuerte y rápido, aumenta la irrigación, los órganos menos críticos (riñones, intestinos) se contraen para disminuir la pérdida de sangre en caso de heridas, para dar prioridad al cerebro y los órganos más críticos para la acción (corazón, pulmones, músculos). Los sentidos se agudizan y la mente entra en estado de alerta.

            Se ha cuestionado esta teoría, pues sostiene que “no establece las condiciones para que un estímulo pueda ser considerado estresor independientemente de sus efectos” (Sandín, 1995), ya que lo define en forma tautológica, como un estímulo que produce estrés. La otra crítica se refiere al concepto de inespecificidad. Según Selye, la respuesta de estrés es inespecífica ya que es producida por estresores diferentes como agentes físicos (por ejemplo, frío, calor, un objeto punzante, etc.), psicológicos (por ejemplo, un insulto o amenaza de agresión) o psicosociales (por ejemplo, pérdida de trabajo, crisis económica, etc.). Todos estos estímulos inducen la misma respuesta del organismo: la activación del eje hipotálamo-hipófiso-suprarrenal. Sin embargo, los estudios experimentales de Mason (1971) y Weiss (1971), demostraron que la respuesta está generada más por un estímulo emocional que por lo físico, ya que animales bajo los mismos estímulos reaccionaron fisiológicamente diferente según la percepción emocional que el estímulo presentaba para ellos.

            Más allá de las críticas que se han efectuado a este modelo, es destacable por la importancia histórica que tuvo y por haber abierto un campo fecundo de investigaciones centrado especialmente en la acción de los factores fisiológicos del estrés. La limitación fue precisamente haber reducido el campo a los aspectos orgánicos en detrimento de las variables cognitivas, conductuales, de personalidad y contextos intervinientes. (Oblitas, L. 2010).


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