Desde las
múltiples disciplinas que abordaron la temática del estrés surgieron sesgos y
orientaciones teóricas diferentes que propusieron tantas concepciones y
definiciones. Así, los enfoques fisiológicos y bioquímicos acentuaron la importancia
de la respuesta orgánica, interesándose en los procesos internos del sujeto, en
tanto que las orientaciones psicológicas y sociales hicieron hincapié en el
estímulo y la situación generadora del estrés, focalizándose en el agente
externo. Otras tendencias apuntaron a superar esa dicotomía interno-externo,
por lo cual acentuaron la interrelación y los procesos mediacionales o
transaccionales.
Por lo general,
la bibliografía destaca estos tres modelos (Sandín, 1995), pero la investigación
ha descubierto nuevas líneas de análisis, permitiéndonos, por lo menos, agregar
otras dos perspectivas: la primera se centra en la calidad o naturaleza del
estrés, al cual denominamos “distrés”, si es negativo, y “eustrés” si es
positivo. El último enfoque, más reciente, que integra todo un conjunto
complejo de variables, ha permitido construir modelos multimodales que
presentan visiones comprensivas más amplias y abarcadoras del tema.
En síntesis,
distinguimos cinco orientaciones teóricas o modelos interpretativos sobre el
estrés, que representan sendas vertientes de estudio y recogen los principales
perfiles de la investigación. (Oblitas, L. et. al. 2010).
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