En la literatura
científica existen diferencias importantes en la manera de adaptarse a las
mismas situaciones estresantes. Mientras que algunas personas son capaces de
lograr un ajuste fácilmente (al menos aparentemente) a tales situaciones (por
ejemplo, ante una enfermedad crónica), otras tienen enormes dificultades para
adecuar su comportamiento y experiencias emocionales a la misma situación. Las
investigaciones se han focalizado en distintos factores explicativos de esas diferencias,
como puede ser la edad, la experiencia previa con situaciones similares, el
apoyo social, las expectativas de los sujetos, factores de personalidad y
otros.
Corresponde
precisar que cuando aquí hablamos de “ajuste” no lo hacemos como un atributo
interno de la conducta, ya que en ese sentido toda conducta es de ajuste o
adaptativa, sino en el sentido de ajuste eficaz o bien logrado. Este concepto
implica que el sujeto es entendido en relación activa con el mundo o el
entorno. No está en contraposición ni en dependencia con el medio, sino en un
intercambio dinámico, interactivo, que configura una praxis de transformación
propia y de lo real en el traslado constante de acciones y reacciones. Según la
teoría transaccional de Lazarus (1986), se trata de los procesos cognitivos y
actos adaptativos “que desarrollan para manejar las demandas específicas
externas y/o internas que son evaluadas como excedentes o desbordantes de los
recursos del individuo”. En otros términos, implica aquellas estrategias de
ajuste que permiten al individuo adecuarse a los requerimientos de las
situaciones desafiantes, tanto de su entorno como de sus necesidades y
aspiraciones personales.
Existen varios
modelos que intentan explicar el ajuste. Quizás el más conocido es el de
Bandura (1978), que postula el principio del determinismo recíproco. Este
paradigma es representable mediante un esquema triangular, cuyos vértices
corresponde a la situación (S), la personalidad (P) y la conducta (C). El
determinismo no es simétrico ni recíproco en todos sus aspectos, sino irregular
debido a la diferente gravitación de las variables en juego. La crítica que se formula
a este modelo es su carácter estático y fijo, es decir, está concebido como un
fenómeno sincrónico.
Fierro (1997)
propone un modelo superior al triángulo del determinismo recíproco de Bandura,
de hecho este nuevo modelo llamado “modelo de las determinaciones mutuas” es de
carácter diacrónico, que se representa mediante un diagrama cinético (o
cinematográfico) que trata de dibujar como corre a lo largo del tiempo la
película de las influencias mutuas entre las instancias en juego. En él, además,
en una doble franja, superior e inferior, se indica que un conjunto de eventos,
de procesos, en gran medida independientes del triángulo básico, inciden desde
afuera, en él: en la secuencia de las situaciones suceden acontecimientos del
todo exógenos, extraños; en la persona agente se producen sucesos biológicos no
generados por los otros dos vértices del triángulo. Es así como aparece una
figura del determinismo recíproco bastante más compleja. (Oblitas, L. et al., 2010).
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