La resiliencia
“es la capacidad humana para enfrentar, sobreponerse y ser fortalecido o
transformado por experiencias adversas” (Grotberg, 2001). El término proviene
de la física, se aplica a la elasticidad de un material, que puede resistir un
choque o el impacto de un objeto contundente. La traducción de la expresión
inglesa corresponde a “entereza”, que significa fortaleza o resistencia para
salir airosos ante los eventos que nos golpean. En psicología se utiliza el
concepto para identificar los procesos y hechos que permiten a los individuos y
familias soportar los desafíos y estados persistentes de estrés con éxito. “Se
trata de la capacidad potencial de un ser humano de salir herido pero
fortalecido de una experiencia aniquiladora” (Walsh, 1998). “Este enfoque se
funda en la convicción de que el crecimiento del individuo y la familia puede
alcanzarse a través de la colaboración en la adversidad” (Walsh, 1998).
El concepto de
resiliencia fue descubierto por Werner (1993), durante un estudio
epidemiológico realizado en la isla de Kauai (Hawai), donde siguió por años el
desarrollo de unas 500 personas sometidas a condiciones de extrema pobreza. A
pesar de las situaciones de alto riesgo a las que estaban expuestos muchos
niños, observó que algunos lograban sobreponerse al infortunio y construirse
como personas sanas y con buena calidad de vida. Al comienzo consideró a esos
niños como “invulnerables”, portadores de condiciones genéticas especiales.
Posteriormente descubrió que en todos los casos habían gozado en su desarrollo
el apoyo irrestricto de un adulto significativo (padres, tío, abuelo u otro
pariente o amigo) que los defendió y fue una fuente de fortaleza en las
dificultades. Desde entonces surgió una primera generación de investigadores
orientados a descubrir los factores protectores que están en la base de la
adaptación positiva de los niños en condiciones de adversidad. Actualmente se
ha conformado una segunda generación de investigadores que han expandido el
tema de la resiliencia a diferentes campos, buscando modelos que posibiliten la
implementación de programas sociales eficaces (Infante, 2001).
Chok Hiew y
colaboradores (2000) descubrieron que las personas resilientes enfrentaban a
los estresores y a las adversidades de forma tal que reducían la intensidad del
estrés y lograban el decrecimiento de los signos emocionales negativos, tales
como la ansiedad, la depresión y la ira, a la vez que aumentaban la salud
emocional. Las conclusiones que extrajeron es que la resiliencia promueve la
salud mental y emocional, además de ser un buen modulador del distrés. (Oblitas,
L. et al., 2010).
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