Se ha descubierto
que en aquellas personas que sufren patologías isquémicas las características
principales de personalidad serían de alto nivel de perfeccionismo, la
inflexibilidad, la susceptibilidad en sus relaciones sociales y una baja
autoestima. Se ha caracterizado a la personalidad de este grupo como patrón de
conducta Tipo A, que ha sido analizado junto con uno de sus componentes
principales, la hostilidad. A pesar de que muchos estudios se han centrado en
estudiar el rol de la hostilidad como factor de riesgo para contraer la
enfermedad coronaria, los mecanismos mediante los cuales ésta manifiesta sus
efectos en el sistema cardiovascular no han sido aún dilucidados. Las
discusiones y dudas generadas en torno del patrón tipo A ha promovido múltiples
planteamientos. Uno de los trabajos más sugestivos es del de Bruce McEwen
(1998), de la universidad de Rockefeller (Nueva York).
McEwen realizó
una evaluación de 113 estudios científicos sobre el estudio del estrés, sus
tipos y sus efectos a corto y largo plazos. Con base en sus investigaciones
desarrolló el concepto de “carga alostática” para dar cuenta del desgaste que
se padece durante la adaptación a las situaciones estresantes. Ante cualquier
situación de estrés, externo o interno, responden el sistema nervioso central,
el eje hipotalámico-hipofisario (HPA), el sistema cardiovascular, el metabólico
y el inmunológico. La reacción no es igual en todos. Por ejemplo, a la mayoría
de las personas se les activa el HPA cuando tienen que hablar en público. Después
de enfrentar repetidamente este suceso, muchas personas se habitúan y la
secreción de cortisol (un glucocorticoide segregado por las glándulas
suprarrenales como respuesta al estrés) no se incrementa como durante los
primeros discursos. Sin embargo, se calcula que 10% de los individuos siempre
estarán tensos cuando tengan que dar una conferencia y sus niveles de cortisol
aumentarán en todas las ocasiones. ¿A qué se debe este fenómeno
psicofisiológico?
En primer lugar
es necesario distinguir dos aspectos básicos de cómo cada uno enfrenta una
situación estresante: 1) la forma personal de percibir o evaluar el estímulo; y
2) las condiciones del organismo o estado general de salud, que depende de
factores genéticos, ambientales y del estilo de vida. Así por ejemplo, se ha
demostrado que las personas cuya tensión arterial se eleva durante horas
después del episodio estresante, suelen tener un familiar directo, padre o
madre, hipertenso. Son, pues, los genes los que elevan la susceptibilidad a
sufrir el estrés cardiovascular. De modo que la carga alostática depende de las
variables personales y del tipo de estresores que se enfrentan.
Así como el tipo
A se caracteriza por manejar situaciones de sobrecarga de un modo que a largo
plazo puede llevar a desarrollar enfermedades coronarias, también se ha
encontrado otro patrón de personalidad que estaría asociado con el riesgo de
contraer cáncer, denominado en forma genérica Tipo C (por cáncer). Fue descrita
por Temoshok (1987) como colaboradores, conciliadores, complacientes, amables,
poco exigentes y pacientes. Son más bien dóciles y rara vez llegan a
confrontaciones, lo cual contrasta con el patrón de comportamiento tipo A. (Oblitas,
L. et al., 2010).
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