Robles (2007) menciona que al
cumplimiento del programa genético es lo que se le ha llamado “impulso de
maduración”. Durante la adolescencia, este impulso se manifiesta con mucho
vigor. En cuanto al área biológica los cambios son muy notables y se
manifiestan principalmente en: la gran aceleración del crecimiento; el logro de
la estructura orgánica casi terminal; el funcionamiento en toda su integridad y
vigor del sistema nerviosos, y la maduración de la capacidad reproductiva.
Debido a que el crecimiento es tan
rápido en el adolescente, este no alcanza siquiera a asimilar las
modificaciones sufridas, a tal punto que el cuerpo real no coincide con la
imagen que el adolescente tiene de sí mismo. El crecimiento en los varones
adopta diferentes ritmos, según la parte del cuerpo de que se trate: es mayor
al principio, en los pies, enseguida en las manos, después en la mitad inferior
del cuerpo y las piernas, más tarde en la mitad superior del mismos y al final
en la cabeza. Esto produce torpeza de movimientos, coordinación imperfecta y
mal rendimiento motor, lo cual llega a ser más notable en algunos de ellos. Las
mujeres, por su parte, se desarrollan de manera más armónica.
En cuanto a los órganos internos
estos van adoptando el tamaño, peso y proporciones del adulto; el sistema
nervioso, completa el importante proceso de mielinización y el cerebro alcanza
el peso normal de la adultez. Ello tiene repercusiones directas en las
funciones intelectuales, en las que se logra el nivel de operación simbólica,
en el sentido de Piaget, en tanto que en las emocionales se inicia el proceso
de reorganización de las configuraciones adquiridas durante la niñez, para
adaptar sus estructuras a nuevos intereses y capacidades.
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