Robles (2007) menciona que el
término de la adolescencia es una línea difusa. Desde el punto de vista biológico
se puede asumir que la adolescencia termina cuando la persona deja de crecer,
es decir, cuando su potencialidad somática ha alcanzado su manifestación
completa; tal cosa ocurre a los 23-24 años.
Desde el punto de vista cognitivo el
término es más impreciso, dado que nuestras estructuras de conocimiento crecen
durante toda la vida; lo mismo ocurre con las estructuras emocionales. Aunque todas las esferas de
desarrollo están relacionadas, cada una de ellas tiene su fisonomía y ritmos
propios. Hay que tomar en cuenta que suele darse lo que se conoce como “adolescencia
prolongada”, refiriéndose con ello a la funcionalidad incompleta durante muchos
años de algunos aspectos de la personalidad.
Es cierto que todos presentamos
personalidades asimétricas, es decir, con desarrollos mayores en algunos
aspectos y menores en otros, lo que nos hace aparecer por lo menos como
parcialmente adolescentes; pero en general puede decirse que la adolescencia
termina cuando se alcanza la posibilidad de enfrentar con aceptable eficacia
los problemas básicos de la vida, tales como el desempeño de un trabajo y el
sostenimientos de relaciones estables de pareja, que son ambos síntomas de
adultez. Ambos logros se alcanzan generalmente en el transcurso de los treinta
años de edad.
Es importante hacer notar que tanto
en el campo como en los ambientes urbanos marginados se produce la adultez
adelantada, debido a la necesidad que tienen los niños de buscar por sí mismos
recursos de sobrevivencia. Se trata de una adultez parcial, penosa y limitante,
y no de la adultez equilibrada de quienes sí pudieron tener desarrollos
normales.
Estamos a sus órdenes para cualquier consulta al Conmutador 55-24-30-51, Email a: info@terapiainfantilyjuvenil.mx
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