Existe una combinación muy
interesante entre el desarrollo de la especie y el desarrollo del individuo. El
desarrollo del adolescente depende de la interacción que se establezca entre
los factores biológicos heredados y los factores actuantes en el ambiente en
que le toca vivir. Lo biológico constituye una parte del desarrollo
característico de la especie humana; se trata de un producto de la herencia
largamente elaborado, de generación en generación, que configura un
prolongadísimo hilo de cambios. La historia de estos cambios, desde las
primeras manifestaciones de la vida, hasta el homo sapiens actual, constituye la “filogenia”. Dependiente de los
programas de cada especie se produce la “ontogenia”, o sea el desarrollo
peculiar de cada uno de los individuos de la especie que se trate.
Hay dos tipos de información que
actúan sobre el desarrollo: la genética y la ambiental. La genética contiene
las órdenes para lograr las estructuras corporales, y la ambiental contiene las
correspondientes al conocimiento de la realidad externa.
La historia de las especies, la
filogenia, representada en los genes, interactúa de modo constante con el
presente somático y ambiental de cada sujeto; miles de generaciones se
manifiestan en cada ontogenia. Las nuevas generaciones heredan un mundo interno
abundante de órdenes endógenas, que se manifiestan en el momento oportuno e
interactuaran con el ambiente; se trata de un flujo interminable entre lo que
ya tenemos y lo que estamos construyendo. (Robles, 2007).
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