Existe una gran diferencia en la
forma como los niños ven el concepto del tiempo cronológico a diferencia de los
adultos. El sentido de la duración del tiempo largo o corto, de un determinado período,
parece depender de que la medida se tome por medio del funcionamiento del ello
o del yo.
Los impulsos del ello por
definición, no toleran la demora ni la espera; éstas últimas actitudes son
introducidas por el yo y, entre ellas, postergar la acción (por interpolación
de los procesos del pensamiento) es tan característica como la urgencia de
gratificación para el ello. La manera como el niño experimente un periodo
determinado dependerá, por consiguiente, no sólo de su duración real medida
objetivamente por el adulto con el calendario y el reloj, sino de las
relaciones subjetivas internas del ello o del yo sobre el dominio de su
funcionamiento. Estos últimos factores decidirán si los intervalos fijados con
respecto a la alimentación, la ausencia de la madre, la duración de la
asistencia al jardín de infantes, la hospitalización, etc. le parezcan cortos o
largos, tolerables o intolerables, resultando por lo tanto nocivos o
inofensivos con respecto a sus consecuencias. (Freud, A. 1971).
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