lunes, 29 de julio de 2013

¿A los jóvenes les gustan las actividades arriesgadas y sensaciones fuertes?

            Los jóvenes adolescentes a menudo buscan el riesgo, decía Freud que se encuentran en un estado de “sobrecarga energética”. Necesitan mucho movimiento para liberar las fuerzas que los animan. Los adolescentes necesitan experimentar, ponerse a prueba para afirmarse y encontrar sus límites, recurren al riesgo para superarse a sí mismos.

            De hecho debido a que actualmente a los adolescentes no se les aplica ningún rito de iniciación para poner a prueba su cuerpo y su mente, así como no se les concede ningún espacio social ni ninguna responsabilidad; esto provoca que tengan la sensación de que realmente no existen en el seno de la ciudad; consecuentemente al verse privados de expresión pública, llaman nuestra atención mediante conductas más o menos extremas. 


            Por lo mismo no hay que sorprenderse de que para los adolescentes sea “natural” el hecho de ponerse en riesgo. Resulta necesario arriesgarse para conocerse a sí mismo y afianzar la propia identidad. Lo nuevo es que el riesgo se ha convertido con la modernidad en el motor de las conductas individuales. También es una manera de evaluarse a sí mismo en un mundo de competitividad. Sin embargo, el riesgo no deja de ser peligroso.


            En el mundo actual el cual se ha vuelto menos colectivo y más individual, el peligro ayuda a los adolescentes a encontrar por sí mismos el sentido de sus conductas, debe asegurarse físicamente de su identidad, buscar en sí mismo toda esta energía que lo irriga, poner los límites cada vez más lejos. Pero el riego, el peligro, forman parte del “juego”, le dan sentido. Rebasar sus límites, superarse, comprobarse que “uno lo puede hacer”; esa es la meta.

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