Fize (2002) refiere que la meta del
adolescente es encontrar un estilo personal. Por ejemplo, puede dar la
impresión que se viste de cualquier manera, pero en realidad obedece códigos
precisos. Al mezclar los estilos, podrá reivindicar que es “inclasificable”, es
decir, original. Así es como cobran importancia los pequeños detalles (¡o que
equivocadamente consideramos como tales!) que marcan esta diferencia (como los piercings, por ejemplo). Con todo, hay
cosas que tienen que evitar a toda costa: el abuso de ropas de marca de pies a
cabeza, si uno no quiere verse “naco”. Lo que hay que buscar, por el contrario,
es la marca desconocida o que aún no está de moda.
El fenómeno de los tatuajes y los piercings es algo que se está dando con
mucha frecuencia en los adolescentes. Ya a la edad de 13 años algunas chicas,
pero también chicos, se hacen perforar, en varios puntos, el lóbulo de la
oreja; a los 15, las jovencitas se mandan colocar en el ombligo una joyita; a
los 18, las chicas y chicos optan por el anillo en el arco de la ceja, en a
nariz, en el labio inferior o incluso en la lengua.
En cuanto al tatuaje. A los niños
les gustan las calcomanías para exhibirlas en las playas, y a los jóvenes
adolescentes los dibujos con hojas, etc. Y
jóvenes que son más grandes (con la debida autorización de los padres en
el caso de que sean menores de edad) se hacen “entintar”, “picar” la piel.
Flores, serpientes, corazones… “brotan” así en el hombro, el vientre, el
tobillo, etc. (Fize, 2007).
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